Aunque nos han enseñado que pensamos con nuestro cerebro, esto no siempre es verdad. Bajo ciertas circunstancias, nuestra consciencia – la parte que percibe y piensa en nosotros – puede desprenderse del cuerpo físico y existir en cualquier lugar que ella quiera. Nuestra comprensión científica corriente no puede considerar este fenómeno; pero llega a ser mucho más posible en términos de la idea holográfica.
Hay
que recordar que en un universo holográfico la ubicación es en sí misma
una ilusión. Tal como la imagen de una manzana no tiene una ubicación
especifica dentro de un holograma, en un universo organizado
holográficamente los seres y los objetos no tienen una localización
definida. Todo es, en último término, no localizable, incluso la
consciencia. Así, aunque nuestra consciencia parezca estar localizada en
nuestra cabeza, bajo ciertas condiciones puede fácilmente parecer
ubicada en una esquina superior de la habitación, revoloteando sobre un
prado, o flotando sobre un objeto cualquiera en un edificio distante.
Si
la idea de una consciencia sin localización determinada parece difícil
de captar, puede encontrarse una analogía útil en los sueños. Imagínese
que está soñando que asiste a una concurrida exposición de pinturas.
Mientras vagabundea entre la gente contemplando los cuadros, su
consciencia parece estar localizada en la cabeza de la persona que usted
es en el sueño. Pero, ¿dónde está su consciencia realmente? Un rápido
análisis revelará que está en cada cosa que aparezca en el sueño: en la
otra gente que asiste a la exposición, en los cuadros, y aun en el mismo
escenario en que se desarrolla el sueño. En un sueño, la localización
es también una ilusión porque todo – gente, objetos, espacio,
consciencia, etc. -se está desplegando desde la más profunda y más
fundamental realidad del soñador.