Las causas de una enfermedad pueden ser misteriosas y generalmente estar relacionadas a procesos psicosomáticos. ¿Cómo es que la mente puede propiciar enfermedades y también sanarlas?

“¿Y acaso no es más grande aquel que cura el alma, que es más que el cuerpo?”
-Paracelso.
“Existen enfermos, no enfermedades”, 
dice la frase popular como un recurso para abordar una cualidad un tanto
 misteriosa propia de las enfermedades; específicamente que por los 
mismos métodos y con los mismos medicamentos no se obtienen siempre los 
mismos resultados. La medicina en su práctica cotidiana no es una 
ciencia exacta —o al menos aún no logra descifrar del todo los secretos 
del cuerpo humano para poder predecir con exactitud la respuesta a un 
tratamiento en todas sus aristas (esto es tomando en cuenta efectos 
colaterales y bajo una perspectiva holística). Uno de los aspectos más 
elusivos que se presenta en el estudio del cuerpo humano y su 
homeostasis tiene que ver con factores de acción psicosomática o 
psicobiológica, muchas veces responsables de que una persona no sane 
pese a que se le ha aplicado un método teóricamente funcional y 
responsables también de la cronicidad de ciertas enfermedades que llegan
 a ser “incurables”. Podemos decir que cada enfermo, cada cuerpo es un 
universo, pero sobre todo porque cada mente es un universo —de aquí el factor particular e impredecible que genera ruido en la medicina.
Hay una tendencia cada vez más marcada 
en la ciencia moderna a aceptar que las enfermedades son padecimientos 
integrales que deben también tomar en cuenta entre sus causas la 
intercomunicación del sistema mente-cuerpo. La forma principal en la que
 la medicina ha incorporado este factor “mental” tiene que ver con el 
estrés. El psicólogo Walter Cannon acuñó el término en su acepción 
moderna para referirse a aquello que perturba el estado de equilibrio 
del organismo o homeostasis —término que también acuñó siguiendo el 
concepto de milieu intérieur de
 Claude Bernard, bajo la hipótesis de que existe una especie de estado 
de equilibrio o unidad interior que podríamos llamar salud (en inglés la
 palabra “health” (salud) se deriva de la raíz anglosajona “hal”, la 
misma de la que proceden  “whole” (entero), “holy” (sagrado) y “heal” 
(sanar)). Hans Seyle fue la primera persona en reconocer la existencia 
del estrés biológico con sus efectos nocivos. Seyle entendió el estrés 
como la respuesta de un organismo que intenta adaptarse a un agente 
externo que perturba su equilibrio.  En un experimento con ratones notó 
que al inyectarles extractos de varios órganos éstos generaban una 
sustancia glandular. Seyle creía que había descubierto una nueva 
hormona, pero luego observó que no obstante el tipo de sustancia 
irritante  que les inyectaba se producían los mismos síntomas –mismos 
que había identificado  en personas con diferentes enfermedades. El 
trabajo de Seyle culminó en lo que llamó el “Síndrome de Adaptación 
General”, una término universal para las enfermedades y “una teoría de 
cómo el estrés mental o físico es transducido [convertido] en ‘problemas
 psicosomáticos” por las hormonas del “eje 
hipotálamo-pituitaria-adrenal’ del sistema endócrino.
La liberación de glucocorticoides (como 
el cortisol) y neurotransmisores vinculados al estrés (como la 
noradrenalina) biológicamente tiene la función de protegernos al 
implementar una respuesta de huida o lucha (“fight of flight”), la cual 
es muy útil , al generar químicos que nos permiten reaccionar con 
velocidad, cuando estamos en una situación de peligro. Este instinto es 
parte de una herencia biológica que actualmente quizás nos es un poco 
contraproducente –al no enfrentar comúnmente tigres dientes-de-sable o 
mamúts que atenten con nuestras vidas en las calles. El problema yace en
 que liberar estos químicos coloca a nuestro cuerpo en un estado de 
extrema (aunque ágil) tensión –fuerza la máquina, por decirlo de manera 
coloquial– lo cual si se repite mucho tiene varios efectos colaterales, 
el más obvio: la fatiga. ¿Si no enfrentamos cotidianamente peligros de 
vida o muerte, por qué producimos estas descargas hormonales in extremis?
 Principalmente porque nuestra mente de cualquier forma encuentra estos 
peligros, o sus sucedáneos más civilizados y abstractos, en el mundo que
 la rodea. Uno podría decir que la mente se inventa predadores fantasmas
 –a diferencia de los sobresaltos de la selva que en su intensidad 
tenían un pronto desenlace, los predadores modernos son generalmente 
lentos y obsesos roedores psíquicos que no acaban de amenazar y que van 
horadando nuestra constitución. Este es el caso del estrés crónico en la
 modernidad. En el caso del trauma –que podríamos llamar improntas de 
estrés agudo– podemos pensar, ahí sí, en encuentros con paralizantes 
predadores que de un sólo golpe marcan nuestra psicobiología y desatan 
una constante respuesta, aunque ya ralentizada, de químicos defensivos o
 estresantes –esos predadores paralizantes, paradójicamente, muchas 
veces son nuestros padres o personas cercanas. Lo anterior revela que lo
 único que necesita la mente, en su interacción con el medio ambiente, 
para desencadenar toda la secuela del estrés es información –información
 que la perturba, la inquieta o la excita. Esta información –que la 
mente reconstruye al percibir– es traducida en energía –o en bloqueos de
 energía– en el cuerpo, a través de las señales que emite el cerebro.
Hoy sabemos que numerosas enfermedades y
 padecimientos están directamente relacionados con el estrés: la úlcera,
 los problemas del corazón, depresión migrañas, gripes y problemas 
respiratorios, estreñimiento y otros problemas digestivos. Pero es 
posible que la mayoría de las enfermedades estén en alguna 
medida relacionadas con el estrés o factores psicosomáticos. El estrés 
debilita el sistema inmunológico al secretar químicos como el cortisol 
—con el propósito de redistribuir la energía del cuerpo a órganos que en
 una situación crítica requieren mayores recursos, como el cerebro y el 
corazón, se suprime el sistema inmunológico. Cuando esto se repite mucho
 el cuerpo se vuelve vulnerable a todo tipo de ataques inmunológicos. El
 estrés también inhibe la producción de citocinas, las proteínas 
encargadas de la comunicación intercelular y de regular los mecanismos 
de inflamación: es por eso que el estrés retarda la sanación de las 
heridas (un estudio mostró
 que personas que reportaban tener problemas con su pareja tuvieron 
mayor propensión a enfermarse y tardaron más sanar heridas físicas). En 
cierta forma podemos concluir  que el estrés, que en la actualidad se 
genera principalmente debido a la forma en la que la mente evalúa la 
realidad que lo rodea (un juicio que angustia o una incapacidad de 
relajarse, de no reaccionar y aceptar los estímulos y la información del
 medio ambiente sin defenderse) es el factor central en provocar una 
corto circuito entre las respuestas homeostáticas naturales del cuerpo, 
interrumpiendo la fluidez de la comunicación celular y los mecanismos de
 autosanación (o autorregulación). Ahora indaguemos más sobre por qué 
nuestro entorno, que ha sido sanitizado por la ciencia y acomodado por 
la tecnología, de cualquier forma nos genera cantidades exorbitantes de 
estrés.
¿La infancia es destino? Trauma, abuso y determinismo psicológico
Una lectura somera del trabajo de 
Sigmund Freud nos remite a la creencia extendida de que lo que nos 
sucede en la infancia de alguna manera marca —hasta indeleblemente— el 
desarrollo de nuestra vida, como si en ese campo tierno que es la 
infancia las heridas se grabaran con más fuerza. Freud, por supuesto, 
introduce el concepto del inconsciente, el cual se convierte en la 
fuente de nuestras conductas, ocultando su primera causa. De esto 
podemos extrapolar el entendimiento de Jung de que hasta que el 
individuo no hace consciente la mayor parte de los detritos psíquicos 
que  lo componen, su vida se desdoblará como una especie de esclavitud 
de su inconsciente, al cual “llamará destino”. Bajo la concepción de 
Jung podemos decir que el estigma de lo que  nos ocurre, que motiva 
secretamente todos nuestros actos —y de ahí el lapsus y la fobia—, es 
“indeleble” siempre y cuando permanece inconsciente y no ha sido 
integrado.
Esto nos lleva a reflexionar sobre el 
“determinismo”, el libre albedrío y la capacidad de liberarnos de las 
taras de nuestra psique profunda (hereditarias o infantiles). 
Evidentemente este es un tema que no puede abordarse en un par de 
párrafos. Aquí nos concentraremos en la relación que tienen los 
acontecimientos psíquicos, principalmente los de la infancia, con el 
desarrollo de enfermedades y en si existe la posibilidad de modificar el
 curso determinista de los mismos.
Que lo que nos ocurre en la infancia 
afecta profundamente nuestra vida resulta intuitivo, casi como una 
cadena de causa y efecto, pero hasta hace poco no había sido comprobado.
 Un estudio realizado por la Escuela Politécnica Federal de Lausanne 
mostró que el abuso físico y psicológico, y el abandono o la muerte de 
un ser querido tienen una correlación con los niveles de estrés en la 
adultez. Este es básicamente el mecanismo operativo del trauma. La investigadora Carmen Sandi dijo al sitio La Tercera
 que los resultados de su estudio “demuestran que la exposición al 
estrés durante los primeros años de vida conduce a un aumento de los 
comportamientos agresivos y también a alteraciones en la actividad 
cerebral”. Sandi, sin embargo, considera que, pese a esta predisposición
 neurológica, es posible reprogramar “los comportamientos y las 
funciones cerebrales que fueron dañadas por la exposición temprana al 
trauma” a través de fármacos combinados con una terapia cognitiva.
El estudio muestra que existe una 
programación epigenética, un factor ambiental —en este caso un estrés 
agudo—, que es capaz de programar el cerebro para predisponer conductas y
 afectar la expresión de ciertos genes (en un artículo previo vimos
 lo que es el campo epigenético: el cual modula la expresión de algunos 
de nuestros genes en su interacción con el medio ambiente, nuestros 
hábitos, alimentos y posiblemente incluso nuestras emociones).
El sitio La Tercera también cita un 
estudio de la Universidad de Ohio en el que se descubrió que personas 
que fueron expuestas a trauma infantil vivieron entre 7 y 15 años menos 
que personas que tuvieron una infancia menos problemática; el mismo 
grupo mostró tres veces más riesgo de derrame cerebral en el caso del 
trauma. Los investigadores creen que esto se debe a que el estrés afecta
 el desarrollo normal de un individuo.
El eminente médico Franz Alexander, 
padre de le medicina psicosomática y de la criminología psiconanalítica,
 encontró un interesante patrón entre los niños que contraían 
hipertiroidismo. Aquellos que manifestaron esta enfermedad hormonal 
mostraron la tendencia de identificarse con un padre, generalmente la 
madre, debido al abuso o al rechazo del otro. “Estos pacientes no pueden
 superar su ansiedad recurriendo a sus padres por ayuda. Sus necesidades
 dependientes son constantemente frustradas debido a sus circunstancias o
 por las actitudes parentales, por la pérdida o por el rechazo, así como
 por conflictos más complejos que involucran culpa”. Esto generalmente 
provoca una identificación con alguno de los padres y posiblemente una 
alianza a través de la enfermedad. La enfermedad  puede ser vista no 
sólo como una forma de llamar la atención, es también una búsqueda del 
amor carente, y en ocasiones una forma de solidarizar con la enfermedad o
 muerte de uno de los padres. En su misterio, que a veces parece operar 
como una fuerza antagonista destructiva,, el inconsciente llega a 
hacernos enfermar, paradójicamente, en un pulsión cuyo motivo es el amor
 (thanatos y eros se entrelazan y confunden en un baile de máscaras en 
nuestra mente).
¿Cuál
 es el origen o la causa primera de una enfermedad? Esta es una pregunta
 que nos deja perplejos ante una serie casi infinita de instantes 
concatenados con sus respectivas respuestas psíquicas. ¿Fue aquel día 
remoto que vimos a nuestros padres pelear? ¿Fue la angustia que sentimos
 al no sentir, por predisposición neurológica o azar, el amor de nuestra
 madre al salir del vientre? ¿Fue el abuso físico o psicológico que 
sufrimos de parte de uno de nuestros tíos, primos o padres? ¿O quizás 
algo menos explícito y más enigmático, simplemente una temprana 
interacción con el medio ambiente que no pudo ser encauzada, y que 
generó una serie de secuelas, hasta la cronicidad? Y, por supuesto, 
¿posibelmente fue el determinismo de una cadena genética, que por 
generaciones no ha logrado sanar una cuita, un malfuncionamiento, pero 
que quizás nosotros podríamos sanar, y modificar su expresión por medios
 epigenéticos? Llegamos aquí una fuente quizás más remota en la cual el 
karma, la reencarnación y la posible existencia de un espíritu que 
amalgama la multiplicidad de nuestra existencia se entroncan con la 
genética. ¿Es posible que nuestras enfermedades vayan más allá de 
nuestro cuerpo actual y se remonten a una especie de nudo psíquico 
propio de nuestro linaje  (la enfermedad como un fantasma en un 
laberinto)? Sinceramente esto supera mi entendimiento y lo refiero aquí 
solamente porque me parece una posibilidad, entre otras –y dentro de la 
esencia misteriosa de una enfermedad, de aquello que impide el pleno 
funcionamiento de nuestra voluntad psicofísica, no es del todo 
implausible que esos agentes externos estresantes provengan de regiones 
distantes y de dimensiones invisibles u ordinariamente imperceptibles.
Relajación, placebo, autosanación e hipnosis 
Djwahl Kul.
Hasta ahora hemos esbozado una teoría de
 cómo la mente, en su interacción con el medio ambiente, puede generar 
un proceso de enfermedad, ligado fundamentalmente a la detonación de 
mecanismos de defensa químicos que, de manera crónica o aguda, llegan a 
convertirse en agentes tóxicos para el funcionamiento de un organismo. 
Ahora veamos como la misma mente —o el software de la biocomputadora 
humana— también es capaz de desencadenar un proceso de sanación.
Los mecanismos por los cuales se produce
 la sanación psicosomática son menos conocidos que los mecanismos por 
los que se produce la enfermedad psicosomática. Fundamentalmente se sabe
 que aquellos factores que inhiben la hormonas relacionadas con el 
estrés, generando estados de relajación, son los responsables de 
propiciar estados benéficos para la salud. La relajación puede ser 
entendida entonces como el opuesto psicosomático del estrés, pero su 
definición está dada justamente en relación al estrés y no tanto por sí 
misma. Los beneficios de prácticas como la meditación, el neurofeedback,
 el yoga u otras disciplinas tienen que ver fundamentalmente con 
promover la relajación y reducir el estrés.
Otra de las formas en las que se 
entiende la sanación psicosomática tiene que ver con el efecto placebo. 
Hoy sabemos por numerosos estudios médicos que el placebo es algo 
recurrente, pero no conocemos a ciencia cierta como es que opera. 
Existen, sin embargo, algunas pistas dentro del incipiente campo de la 
psiconeuroinmunología. El trabajo del hipnotista Ernest Lawrence Rossi 
es en este sentido uno de los grandes referentes. En su libro “The 
Psychobiology of Mind-Body Healing”, Rossi  relata el caso de un 
paciente, el Sr. Wright, quien mostró una radical respuesta al placebo 
(el caso fue documentado por el Dr. Phillip West). El Sr. Wright tenía 
numerosos tumores del tamaño de órganos y se le pronosticaba apenas unas
 semanas de vida cuando escuchó sobre un nuevo medicamento para tratar 
el cáncer llamado “Krebiozen”. Entusiasmado, convenció a su médico para 
que le administrará este medicamento. Desde antes de recibir el 
medicamento el Sr. Wright ya mostraba un talante de radical mejoría y 
después de que se le administrará una inyección en  un plan de diez 
días, sus tumores habían prácticamente desaparecido. Dos meses después 
reportes en la prensa sobre el Krebiozen hacían referencia a que las 
pruebas clínicas no habían obtenido buenos resultados. Esto 
inmediatamente deprimió al Sr. Wright, quien volvió a desarrollar 
tumores. Pero el Dr. West había detectado lo sucedido y le comentó que 
los medios estaban desinformando y que había una nueva cepa de la 
medicina de mayor potencia. La recuperación de su tumor terminal fue aún
 más dramática. El Sr. Wright se mantuvo dos meses sin síntomas, pero 
lamentablemente un reporte de la Asociación de Médicos de Estados Unidos
 llegó a sus manos en el que simplemente determinaba que este fármaco 
era inútil. Poco después murió.
Rossi escribe sobre el proceso de 
placebo: “Obviamente, el sistema inmune del Sr. Wright debió de haberse 
activado por su creencia en la cura. La rapidez increíble de su sanación
 sugiere que sus sistemas autonómico y endócrino debieron de responder 
fácilmente a la sugestión, permitiendo que movilizara sus torrente 
sanguíneo con una increíble efectividad para remover fluidos tóxicos y 
desechos del cáncer en rápida disminución[...] Ahora sabemos mucho mas 
del ‘sistema límbico-hipotalámico’ del cerebro como el gran conector 
entre mente y cuerpo que modula la actividad de los sistemas 
autonómicos, endócrnos e inmunes en respuesta a creencias y a sugestión 
mental”.
Para Ernest Lawrence Rossi este proceso 
de conexión y modulación mente cuerpo puede entenderse a través de un 
mecanismo de transducción. Todos los procesos físicos y psíquicos son 
manifestaciones o transformaciones de información. La transducción hace 
referencia a que no sólo la materia y la energía son convertibles, 
también la información se transforma en materia y energía. Es de esta 
forma que un fenómeno psíquico llega a somatizarse y también a 
desencadenar –por una orden generalmente inconsciente— un proceso de 
sanación o una respuesta placebo. Probablemente de la misma forma que el
 estrés desencadena una cascada bioquímica en el cuerpo, la relajación 
también produce una descarga de hormonas y neurotransmisores, en este 
caso algunos más benignos, tal vez oxitocina, serotonina y dopamina.
De maner muy básica podemos entender que
 en directa oposición a la cronicidad del estrés opera la habituación a 
la relajación. Así prácticas como el yoga, la meditación, el ejercicio y
 las relaciones humanas íntimas (el sexo y la vinculación emocional) 
pueden actuar en directo detrimento de las enfermedades. Y, opuestamente
 al trauma, al estrés agudo, podemos cotejar una respuesta de sanación 
como la que puede ocurrir a través de la hipnosis, de la toma de 
sustancias psicodélicas como la ayahuasca o de un “breaktrough“ emocional,
 quizás ligado al amor, como fuerza vital (eros que se encumbra sobre 
thanatos), y hasta al desprendimiento de la energía kundalini, la 
serpiente que al desenrollarse y subir por el cuerpo hacia la corona 
desboloquea los nadis o canales energéticos. Este acto de sanación aguda
 reprogramaría al organismo generando una impronta positiva inversamente
 proporcional al trauma.  
La hipnosis, según Rossi, es capaz de 
sanar  ya que la memoria y el aprendizaje dependen de un estado 
(“state-dependent memory”). Un ejemplo de esto es cómo en ocasiones solo
 nos acordamos de ciertas cosas cuando vivimos algo similar o estamos en
 un estado mental similar –por ejemplo bajo el infujo de ciertas drogas 
accedemos a una gama de memoria. Para recordar un episodio traumático y 
sanarlo es necesario entrar en ese mismo estado y revivirlo –lo que 
equivale a hacerlo consciente e integrarlo. Al acceder a esta memoria 
que depende de un estado psíquico –accedemos a una especie de archivo 
oculto dentro de nuestro sistema operativo que sigue corriendo y podemos
 reprogramarlo.
El campo de la sanación psicosomática y 
de la psiconeuroinmunología apenas está siendo explorado y podría ser el
 futuro de la medicina. Una medicina holística y multidimensional que 
reconozca el poder de la mente. Quizás estos procesos de sanación 
acelerada que en ocasiones logra detonar el  placebo (“el doctror 
interno”) puedan ser detonados a voluntad. Estaremos más cerca entonces 
de hackear el sistema operativo de nuestra mente inconsciente y de 
instalar al espíritu en la cabina de piloto con plena facultad 
ejecutiva.
Fuente: PijamaSurf 

Mi vida es hermosa gracias a ti, Mein Helfer. Señor Jesús en mi vida como una luz de vela en la oscuridad. Me mostraste el significado de la fe con tus palabras. Sé que incluso cuando lloré todo el día pensando en cómo recuperarme, no estabas durmiendo, me querías mucho. Me puse en contacto con el centro de hierbas Dr. Itua, que vivía en África occidental. Un amigo mío aquí en Hamburgo es también de África. Ella me habló de las hierbas africanas, pero yo estaba nerviosa. Tengo mucho miedo cuando se trata de África porque escuché muchas cosas terribles sobre ellos debido a mi cristianismo. Dios para la dirección, dé un paso audaz y póngase en contacto con él en el correo electrónico y luego vaya a WhatsApp. Me preguntó si puedo ir para el tratamiento o quiero una entrega. Le dije que quería saberlo. Compro el boleto. 2 maneras de llegar a África Para conocer al Dr. Itua, fui allí y me quedé sin palabras de las personas que vi allí. Patentes, personas enfermas. Itua es un dios enviado al mundo, le dije a mi pastor sobre lo que estoy haciendo, el pastor Bill Scheer. Tenemos una verdadera batalla bellamente con Espíritu y carne. Adoración esa misma noche. Él oró por mí y me pidió que dirigiera. Pasé 2 semanas y 2 días en África en el Dr. Itua Herbal Home. Después del tratamiento, me pidió que me reuniera con su enfermera para la prueba de VIH cuando lo hice. Fue negativo, le pedí a mi amigo que me llevara a otro hospital cercano cuando llegué, fue negativo. Estaba demasiado blanco con el resultado, pero feliz dentro de mí. Fuimos con el Dr. Itua, le agradezco, pero le explico que no tengo lo suficiente como para mostrarle mi agradecimiento, que él entiende mi situación, pero le prometo que testificará sobre su buen trabajo. Gracias a Dios por mi querida amiga, Emma, sé que podría estar leyendo esto ahora, quiero agradecerte. Y muchas gracias al Dr. Itua Herbal Center. Me dio su calendario que puse en mi pared en mi casa. El Dr. Itua también puede curar las siguientes enfermedades ... Cáncer, VIH, Herpes, Hepatitis B, Hígado inflamatorio, Diabetis, Cáncer de vejiga, Cáncer colorrectal, VPH, Cáncer de mama, Cáncer de riñón, Leucemia, Lun, Fribroid, Infertilidad, Enfermedad de Parkinson , Enfermedad inflamatoria intestinal, fibromialgia, recuperar su ex. Puede contactarlo por correo electrónico o por whatsapp, @ .. drituaherbalcenter@gmail.com, número de teléfono .. + 2348149277967 .. Es un buen médico, hable con él con amabilidad. Estoy seguro de que él también te escuchará.
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