Conocido por sus investigaciones científico-espirituales, Charles Tart representa la posición que intenta congeniar los sutiles fenómenos que resultan de la alteración de la consciencia con la esencia del método científico.
Tal vez Charles Tart pretenda abrir la puerta de la mente reticente y materialista de Occidente a dimensiones desconocidas que obtengan así una verificación por los métodos válidos y aceptables de esta comunidad. Por eso investiga sobre ciencias específicas de los estados de consciencia, partiendo de que los estados propios de la consciencia habitual representan una construcción sumamente compleja, en absoluto natural y además inadecuados para hacer frente al estado modificado de consciencia. Sin embargo sostiene que todo estado responde a un orden sistémico dado por la existencia de la consciencia que permite una percatación/atención básica y una auto-percatación. Además existen también las estructuras/funciones, subsistemas relativamente permanentes de la mente/cerebro que actúan sobre la información. Esta información lleva un darse cuenta psicológico mediatizado por la cultura particular; por ello el estado modificado de consciencia nos puede permitir recurrir a potencialidades latentes que están fuera de la norma cultural, precisando entre un estado distinto de consciencia (d-SOC) como el sueño, la vigilia, etc. (por lo común-ordinario) dentro de un «estado básico de consciencia» lo que difiere de un
ASC (estado de consciencia distinto-alterado) que ya se aleja del estado básico de consciencia. Un d-ASC representa una reestructuración de consciencia. El proceso conlíeva primeramente una inducción de unas fuerzas desorganizadoras del estado básico-ordinario, y posteriormente unas fuerzas configuradoras que dan el d-ASC deseado, en combinación con otros factores psicológicos; siempre como ya se ha explicitado, bajo el enfoque sistémico de la consciencia.
Charles Tart es uno de los principales divulgadores con categoría científica a la hora de abordar estos estados de consciencia que cada día se están haciendo más populares, no sólo porque se esté abriendo la posibilidad de explicarlos sin rubonzarse ante la comunidad científica. Son estados de consciencia que desafían al paradigma científico vigente, que no es mas que una teoría sujeta a nuevas verificaciones; por ello Tart pretendería que estos fenómenos pudieran demostrarse dentro de los parámetros científicos: buena observación, carácter público de ésta, teorización lógica sobre ello y verificación de la teoría por confrontación, con consecuencias predecibles y observables. Partiendo de aquí se establecerían unas ciencias y unas tecnologías específicas de cada estado de consciencia. Los problemas en relación con los estado alterados de consciencia provendrían en primer término de la experiencia de la «verdad evidente» que, aunque el experimentador lo confirme, no significa que se esté en lo cierto; es decir que Charles Tart plantea el problema de las aparentes verdades categóricas que pueden darse en estos tipos de experiencia. Otro problema proviene de la potenciación de la imaginación que pueda llegar a confundirse con una percepción. También tendríamos los peligros personales: los que provengan de la experiencia muy negativa, o de lo contrario: tan extáticas que interfieran con la actividad científica.
Con carácter más general, Charles Tart se pregunta si las psicologías espirituales podrían considerarse como ciencias específicas de estado, a lo que responde que las psicologías experimentales presentadas por él son como mínimo tecnologías específicas de estado que implican el experimentar por sí mismo y comprobar por sí mismo. A lo cual ya instaba Vivekananda, y es desde esa experiencia personal desde donde se puede opinar; desde luego no siendo un lego en la materia.
Charles Tart expone los problemas de la psicología ortodoxa para acceder a estos presupuestos porque, por una parte, los psicólogos han tenido que luchar para acceder al mundo científico y al prestigio acádémico, y por otra, como consecuencia, consideran inaceptables los postulados de Rosenthal, que mostró que en los experimentos las expectativas del experimentador influían sobre los sujetos del experimento. Esto demuestra la relatividad de los hechos y las verdades de nuestra psicología ortodoxa. Charles Tart tiene en cuenta la complejidad de los hechos psicológicos humanos en relación con los'implícitos que se dan en la mente de los científicos, que a su vez dan soporte a la ciencia occidental y que deberían ser sometidos a cuestionamiento. Implícitos que dan por supuesto: la creación accidental del universo, su naturaleza inerte en la que la vida se da como insignificante/la física como ciencia última, siendo real sólo lo que pueda percibirse por los sentidos, la comprensión del mundo físico no necesita de nuestra comprensión personal/el relativo aislamiento del hombre de lo que lo rodea, el hombre es su cuerpo determinado por la herencia y el medio/incompatibilidad entre ciencia y mística, etc.; supuestos que no vamos a enumerar, pero que sobre la mayoría de ellos, como vemos, se establece la sociedad industrial, lo que poco tiene que ver con la concepción holista del universo.
Eso es lo que creo que Tart pretende demostrar. Lo que se puede deducir después de todo esto es que es lógico que las vivencias espirituales, paranormales y el conocimiento transpersonal no reciban un tratamiento adecuado por parte de la concepción científica convencional, por los creyentes de este paradigma sobre el que se ha de considerar que al fin y al cabo sus leyes no son en sí más que teorías. En ellas el observador desapegado no existe, como hemos visto, y mucho menos en la vivencia de los estados interiores cuyos fenómenos pueden ser consensuados por un observador entrenado, como podría ser formando investigadores científicos de los estados meditativos o de otros estados que requieren que los comunicantes se encuentren en el mismo estado alterado de consciencia. Esto conllevaría sus consecuentes construcciones teóricas y observables, ya que cualquier efecto que se interprete como físico o no físico es en última instancia una vivencia en la mente del observador; con tal que prediga que cuando cierta experiencia-vivencia se produzca, se producirá otra en las condiciones experimentales especificadas. Ello requiere personas capacitadas en diferentes estados de consciencia con una relación entre diferentes ciencias de estos estados, donde por un pragmatismo razonable volvemos a recalcar que se tengan en cuenta el deseo y su problemática, la imaginación, la ilusión, y la inefabilidad que rodea a la naturaleza de este trabajo, que por otra parte -hoy- presenta inmejorables perspectivas, tanto en el universo físico, espiritual como en el paranormal. Sobre lo que dice Tart recordemos la divulgación de los PES (percepción extrasensorial) y demás fenómenos de los que Tart también se ocupa como la telepatía, clarividencia, precognición, psicoquinesia, la tanatología y supervivencia póstuma, y todo lo que tiene que ver con la energía psíquica, la energía espiritual y la curación.
Tart editó y además escribió algunos capítulos del libro Psicologías transpersonales bastante pionero y popular, donde además de estos temas tratados se presentaron otros (considerados al menos como tecnologías de estados específicos) elaborados por personas de prestigio en sus respectivos campos, como el budismo zen, la meditación, Gurdjieff, el yoga, la escuela de Oscar Ichazo, el misticismo cristiano y la magia occidental desde la psicología.
Charles Tart no sólo se dedica al aspecto científico de los estados de consciencia, sino que, como terapeuta y profesor de psicología que no olvida su formación de ingeniero, realiza un trabajo inspirado en las ideas psicológicas de Gurdjieff: el Cuarto Camino, con una exposición clara, brillante y humilde de la situación de nuestra sociedad industrial-mecánica. Un trabajo que además sorprende por la ternura y el amor hacia la paz interior, hacia el despertar del self: el sí mismo. Una obra que por ser metódica, no impide prestar atención a la llamada de ideas y prácticas, de comprensión básica y preparatoria para la germinación de la luz. Las posibilidades pasan por el estado de consciencia, por una iluminación considerada como una continuidad con saltos alterados cuyos rasgos más importantes son no verbales y donde la ciencia no es más que un producto más de la consciencia, una parte que no puede explicar el todo. La consciencia y el cerebro simulan el entorno, lo recrean y podemos inferir, por lo que dice Tart, que lo anticipa. Lo importante es que esta simulación sea precisa. Tenemos una naturaleza básica, esencial, y una naturaleza adquirida sometida al proceso de socialización, de manipulación, produciendo una consciencia consensual. No debemos confundirlas.
Las herramientas contienen el acceso a los estados alterados, donde la iluminación interior conlíeva una dirección voluntaria de la percepción, una dirección según las necesidades, una percepción/simulación no distorsionada y un reconocimiento del estado corriente. El estado accesible de iluminación conllevaría una adecuación del estado corriente, la capacidad de cambiar el estado y una modificación del estado corriente con el conocirmento del estado alterado. Todo esto permite agudizar la diferenciación entre la naturaleza básica y la adquirida, desenmascarando, así como probándonos; al mismo tiempo que el incremento de iluminación rebajaría el sufrimiento por el conocimiento que ello comporta, conocimiento sobre el cual la consciencia consensual ordinaria no tiene acceso. Los problemas provendrían de la automatización, de las máquinas que somos, según Gurdjieff, y cuya trascendencia no considera la psicología académica. Así pues, el trabajo partiría del objetivo de llegar a ser genuinamente humanos y trascender la mecanicidad de nuestras propiedades y nuestro destino, pues casi todas las miserias humanas serían el resultado de una vida automática y mecánica que mecaniza los juicios y las percepciones, creando estereotipos mecánicos tales como el racismo, el sexismo, el nacionalismo, etc. El despertar de la automatización sería el gran objetivo.
Tart echa mano de la hipnosis propia para entrar con precisión en la hipnosis consensuada que recubre nuestra vida programada. Hay un proceso de inducción, control, utilización y finalización. Además se da la interpretación e identificación de un rol, un trance y regresión arcaica (la transferencia). El trance estaría, según Gurdjieff, en la vigilia rutinaria; partiendo de aquí el trabajo de despertar a ello con unos métodos determinados. El estado de vigilia, la consciencia normal, es a lo que Tart llama trance consensual, que comprende eT trance consensual cultural, un proceso de socialización: pensamientos, sentimientos y actos automáticos en la cultura cuyo empeño es constituirse como sistema cerrado. La omnipotencia de los padres y demás agentes, la permanencia, el uso de la fuerza física y emocional, la culpa, la disociación, son las herramientas del hipnotizador cultural. La educación representa la inducción al trance consensual bajo programas automatizados que producen fenómenos de yoes múltiples, escisiones dadas por la proyección simulada del mundo en alucinaciones e ilusiones.
Otros problemas vienen dados por el proceso de identificación, que es uno de los que afectan más a la vida humana, lo que nos hace confundir el mapa con el territorio, fijarnos a un proceso estático en un mundo cambiante y fijarnos a roles innecesarios que se automatizan, cuando, en realidad, el yo puede ser distinto de un momento a otro, dando estados de identidad que, según Gurdjieff, son el objeto de la imposición del proceso de socialización. El recuerdo del sí mismo sería la herramienta para controlar los estados de identidad, observándolos sin identificarse con ninguno de ellos y además superando los mecanismos de defensa; es decir siendo consciente, del estado de trance consensual que distorsiona nuestra capacidad de percepción y debilita nuestra inteligencia, desperdiciando nuestras energías vitales y creando sufrimientos inecesarios.
Tart apuesta por el ser tricerebral de Gurdjieff, en el que están alineados la acción, el pensamiento y el sentimiento, realizando cada uno su función cuya combinación da el hombre del Cuarto Camino, para despertar a la esencia de la muerte cotidiana y de la falsa personalidad.
Para despertar se ha de salir del mundo de la ensoñación ilusoria mediante lo que Tart llama el disconforme perceptivo con éxito, que no se contenta con los logros de la vida ordinaria, y que nada tiene que ver con los «reformados», «francotiradores» y «rebeldes» y sí con la «neurosis existencial». Con una observación del sí mismo que dé la comprensión de cómo funciona la propia maquinaria psicológica, la maquinaria del superego, y además combinando el deseo de observarlo, la oportunidad, la superación de obstáculos, la presión social, todo ello con un compromiso con la verdad que no es equivalente al conocimiento de los nombres de las cosas. Para ello se parte de que cada estado de identidad es un aspecto del trance consensual hasta llegar a la consciencia objetiva, estado que permite ver las cosas como son, eligiendo un camino espiritual que supere el horror que encierran las vidas de las personas ordinarias condenadas a la muerte y superando los peligros que acechan al despertar del trance consensual de nuestra sociedad.
Es gratificante la claridad y la precisión con que este ingeniero de la consciencia expone los métodos y los objetivos que se concretan en un proceso que parte de la máquina consensual humana para hacerla evolucionar hasta el self el sí mismo.
Fuente: Esmok
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