Los símbolos místicos de la India, como los de todas las religiones populares, transmiten realidades espirituales profundas tras las imágenes que conmueven el corazón de los devotos. La imagen de Shiva, el aspecto divino que transmitió el Yoga a la humanidad, es una metáfora de todo el proceso yóguico, y una imagen de lo que podemos llegar a ser.
Según la tradición, Shiva es el gurú original. Es un renunciante, pero a
la vez un hombre de familia. Se dice que está sentado sobre una piel de
tigre, vestido con piel de elefante y de ciervo. El significado de esto
es que ha trascendido la ira (el tigre), el orgullo (elefante) y la
inestabilidad de la mente que persigue incesantemente sus deseos
(ciervo). En su imagen sentada se le conoce como "Pashupati" o Señor de
los animales. El significado de esto es que es alguien que ha activado y
dominado los chakras inferiores, donde se asientan los impulsos
animales básicos, que configuran la vida de la mayoría de los seres.
Pero Shiva ha dominado y trasmutado estos impulsos. Su cuello está
adornado por una cobra viva, a modo de collar. ¿Quién querría -o se
atrevería- a llevar una cobra en el cuello? Pero ni su mordedura ni su
veneno son peligro para Shiva. La serpiente como collar representa la
integración del propio subconsciente, y de la fuerza vital, con todos
sus impulsos animales y venenos. Shiva los ha transmutado en su corazón.
También se dice que es el Señor de los espíritus y fantasmas, lo que
nos dice que su subconsciente y sus miedos le obedecen. Éste es el
resultado de la práctica yóguica real.
Dominio de la fuerza vital, dominio de la mente
La montura de Shiva es Nandi, el buey. El buey es conocido por su enorme
fuerza y su gran instinto sexual. Se dice que Nandi siempre está
mirando a Shiva; en los templos del sur de la India hay estatuas de
Nandi contemplando a su Señor, y es costumbre que los devotos no se
interpongan entre ambos. Shiva ha transmutado su energía sexual mediante
el proceso yóguico; Él la dirige, no es dirigido por ella. Por eso
Nandi siempre le mira y le sigue. Otro atributo de Shiva es el tridente,
alzado hacia arriba, con el que se dice que acaba con los demonios. El
tridente representa los tres nadis, Ida, Pingala y Sushumna; es el
símbolo de la energía Kundalini, que ha despertado y se ha desplazado
hasta el chakra de la corona, en lo alto de la cabeza, acabando con los
demonios del ego.
Un gran moño enmarañado en lo alto de su cabeza nos indica que su
energía vital, transmutada con el Yoga, se ha acumulado en el chakra de
la corona. Entre sus cabellos está la diosa Ganga, el río que borra los
pecados. La gracia de la Divinidad, una vez abierto el chakra de la
corona, se derrama incesante del hombre realizado, de Shiva. Y la luna
creciente en su cabeza, nos enseña que el dominio de su fuerza vital va
unido al dominio completo de la mente, que es siempre tan mutable como
la luna.
Maestro del desapego, maestro del éxtasis
Shiva es también el Dios de la destrucción. Algunos dicen que mora en
los cementerios, con su cuerpo embadurnado de ceniza. Porque el Yoga
destruye el ego, y el auto-engaño de las ilusiones mundanas que atan y
encadenan a la humanidad. Shiva nos hace despertar de la fiebre nunca
colmada del deseo sin fin. Las cenizas en su cuerpo representan el
desapego hacia las tentaciones de los sentidos, y los cementerios son el
espacio de la muerte de todo deseo. En la ausencia del deseo
encontraremos a Shiva; y la ceniza (instrumento de bendición, similar al
agua bendita) es lo que queda cuando el fuego de la iluminación quema
todas las ilusiones mundanas. Se dice que Shiva, con su tercer ojo,
redujo a cenizas a Kama, el dios del deseo, cuando éste intentó sacarlo
de su éxtasis yóguico o samadhi.
El samadhi, el trance de la unión con el Absoluto, es la meta del yogui.
Shiva mora permanentemente en él, en las heladas alturas de los
Himalayas. El samadhi es la vivencia de la consciencia pura, más allá de
todo contenido mental o apego. Desde la visión del ego esto es un lugar
helado, elevado, ya que el ego no tiene allí ningún referente personal.
Hace falta mucho desapego (y mucho amor por el Divino) para entrar ahí,
para atreverse a ser nada. Pero siendo "nada" se puede ser "todo".
Mientras seas "algo" no puedes ser "todo". Igual que cuando Jesús dijo
"bienaventurados los pobres de Espíritu, porque de ellos es el Reino de
los Cielos".
Es difícil concebir el samadhi, entre otras cosas porque no se puede
concebir desde la mente, ya que el samadhi supone que ésta se detenga, y
uno vivencie la consciencia pura, el Ser. Un instrumento maravilloso
para aproximarnos intuitivamente a lo que es la consciencia pura (y por
tanto, el estado de samadhi) es la meditación en el lingam, el objeto
sagrado que representa también a Shiva:
El lingam representa el principio de la consciencia pura,
auto-contenida, absoluta, sin principio ni fin. A veces se coloca sobre
una base que representa a Shakti, el principio de la energía. La
consciencia absoluta es el principio germinador de la Creación,
manifestada como energía que da forma a todo.
Igual que en el lingam, Shiva está contenido en su mantra: Om Namah
Shivaya.
La imagen de Shiva es la de la iluminación; representa lo que todos
podemos llegar a ser, a través de la práctica yóguica. Por ello la
declaración gozosa del yogui que llegaba al final de su camino era
"Shivoham"... yo soy Shiva.
Fuente: KriyaYoga
Fuente: KriyaYoga
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