No hacer nada es uno de los conceptos que como occidentales más nos puede costar de entender. Estamos educados desde niños para hacer cosas constantemente y bajo la idea de que no hacer nada es perder el tiempo.
Ese es el motivo por el que éste es uno de los temas
del verano Zen que es importante tocar. Y ya advierto, antes que alguien
salga con un comentario cáustico, que no hacer nada no significa que
“nunca tengamos que hacer nada” sino que en ocasiones, podemos relajarnos en ese no hacer nada.
No somos monjes Zen y por tanto no es necesario que lo apliquemos todo
el tiempo. Tenemos nuestra vida, obligaciones, trabajo, familia,
etc…Pero poder estar en ocasiones sin la presión de tener que estar haciendo algo, puede darnos un espacio de enorme paz interior y relajación.
Porque además todo ese movimiento frenético al que tantas veces nos
sometemos, suele tener oculto un objetivo más o menos reconocido, que es el intento vano de tener el control sobre nuestra vida.
Y digo vano porque por mucho que planifiquemos y organicemos, las cosas
pueden salir de un modo completamente distinto al esperado. Eso no
implica que tengamos que dejar de planificar, pero si que conviene
hacerlo sin caer en la obsesión por el control, ya que este, nos guste o
no, nos será siempre negado.
Es nuestra pelea con la realidad, nuestro intento de que las cosas
sean como nosotros queremos, lo que hace que muchas veces nos sintamos
mal.
Está bien tener ilusiones y sueños, querer conseguir objetivos. Es
una manera de sentirnos motivados. Pero hemos de ser conscientes de que a veces la vida se manifiesta de otro modo y no podemos hacer nada para evitarlo.
Y por eso, en este Verano zen, podemos aprovechar el hecho de tener
menos obligaciones, para dejarnos mecer por la corriente de la vida y
permitir que el viento nos lleve dónde quiera y al llegar, ser capaces
de disfrutar del lugar en dónde estemos, sin expectativas previas. Y
repito lo dicho, no es necesario que lo hagas así todos los días y
durante todo el tiempo, pero tal vez es buena idea permitirse algún
momento de dejarse llevar sin más.
Como dice Paul Reps: Sentado tranquilamente, sin hacer nada, llega la primavera y crece la hierba por sí misma.
El ejercicio de esta entrada, puede ser algo complicado de hacer.
Cada uno que llegue al nivel que desee, pues de eso se trata, de tener
opciones y no obligaciones. Yo sólo lanzo propuestas…. Ahí va:
- Piensa en alguna situación que te moleste y te cree un cierto
malestar (por ejemplo, un familiar o amigo con el que estás compartiendo
unos días de vacaciones y tiene algunos comportamientos que te
molestan) . Una vez la hayas pensado, no hagas nada, no tomes ninguna
decisión. Simplemente déjala ir, no te identifiques. Puedes irte a dar
un paseo, salir a tomar el aire, escuchar música…cualquier cosa que te
desapegue del juicio que estás haciendo de la situación. Durante una
semana, cada vez que la situación se presente, sigue sin hacer nada,
déjala pasar. Observa al pasar esos días, si se ha producido algún
cambio por si solo. A veces los problemas no se resuelven, se disuelven.
Es necesario tener la Serenidad
para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar las
cosas que si puedo cambiar y sabiduría para saber distinguirlas.
¿Crees que distingues cuando conviene actuar y cuándo no hacer nada?
Fuente: MertxePasamontes
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