El estado de nuestro cuerpo físico es la consecuencia de una gran cantidad de información y procesos que se van acumulando con el paso de los años, hasta almacenarse en nuestros centros energéticos, eso que solemos denominar «chakras».
Toda nuestra biografía, incluida la que
procede de vidas anteriores, se concentra en nuestros centros
energéticos. Una acumulación de pensamientos negativos puede llegar a
atascar, e incluso bloquear, el buen funcionamiento de un chakra.
La sensación de no haber sido amado, respetado o comprendido durante
la infancia, el doloroso luto por un ser querido o el impacto de una
guerra, por ejemplo, son experiencias que pueden perturbar el buen
funcionamiento de uno u otro chakra.
El hecho de encadenar vivencias negativas, puede «contaminar» uno o varios chacras, y llegar a provocar, en lo sucesivo, diversas patologías en todo el organismo.
Podemos establecer un paralelismo con las
situaciones que perturban el tráfico de una ciudad, como un cruce de
calles, un accidente o la tradicional hora punta, que terminan por
formar un atasco que se extiende hasta las arterias de los alrededores y
llega hasta otros cruces. La ciudad entera se paraliza. Los chacras son como los cruces, son centros energéticos que regulan y nutren las diferentes funciones de nuestro cuerpo.
En general, se suelen distinguir siete (o
nueve) chacras principales, que están alineados en la columna
vertebral, cada uno con su correspondiente cualidad, estructura, forma y
color específicos. Se complementan entre ellos; no funcionan por
separado unos de otros. Al igual que un vehículo sólo puede rodar
perfectamente si las cuatro ruedas se encuentran en buen estado, el ser
humano no puede resplandecer si no mantiene abiertos todos sus chacras.
Cuando los chakras están cerrados,
la fuerza vital se bloquea, los antiguos esquemas resurgen y nos
estancamos. La vida pasa a ser una obligación. Por el contrario, cuando
permanecen abiertos, el espíritu (el ego divino) puede manifestarse
mejor en la materia, el tiempo y el espacio.
Los cuerpos sutiles son como capas de aura que envuelven el cuerpo físico y que juntas conforman nuestra aura.
Los chakras y los cuerpos sutiles funcionan como una pareja:
- Los chakras son yang, masculinos y activos.
- Los cuerpos sutiles son yin, femeninos y pasivos.
- Los cuerpos sutiles son yin, femeninos y pasivos.
Si los chakras se encuentran
abiertos y resplandecientes, pueden proporcionar la energía que
necesitan los diferentes cuerpos sutiles así como el cuerpo físico, a
fin de recobrar o mantener un perfecto estado de salud.
En general se distinguen cinco cuerpos sutiles, que envuelven el cuerpo físico en capas sucesivas:
El cuerpo etérico
El cuerpo etérico, que es el menos sutil de los cuerpos sutiles, es el cuerpo que se detecta con una cámara Kirlian,
y que se asocia erróneamente al aura. Suele compararse a un campo
electromagnético, y sirve de enlace entre el cuerpo físico y todos los
demás cuerpos sutiles. Nos une a la tierra y a nuestras raíces. Está
asociado al primer y segundo chakras. Sus colores son el rojo fuego, el rojo escarlata y el naranja.
El cuerpo etérico posee aproximadamente la
misma extensión y forma que el cuerpo físico. Por ello también se
conoce como «doble etérico» o «cuerpo físico interior». Es el
portador de las fuerzas modeladoras para el cuerpo físico, así como de
la energía vital creadora y de todas las sensaciones físicas.
El cuerpo etérico se forma de nuevo en cada
reencarnación del hombre, y vuelve a disolverse en el plazo de tres a
cinco días después de su muerte física (el cuerpo astral, el cuerpo
mental y el cuerpo causal continúan existiendo después de la muerte, y
en cada nueva encarnación se unen nuevamente al recién nacido).
El cuerpo etérico atrae energías vitales del sol a través del chakra del plexo solar, y energías vitales de la tierra a través del chakra basal. Acumula estas energías y, a través de los chakras y los nadis,
las conduce al cuerpo físico en flujos vitales ininterrumpidos. Las
dos formas de energía se encargan de mantener un equilibrio vivo en las
células corporales. Cuando el «hambre de energía» del organismo está
saciado, la energía sobrante del cuerpo etérico se irradia hacia fuera a
través de los chakras y de los poros. Sale a través de los poros en
filamentos de energía rectos de aproximadamente 5 centímetros de
longitud y constituye el aura etérica, que, por lo general, es
la primera fracción del aura total percibida por las personas
clarividentes. Estos rayos se disponen en torno al cuerpo físico
formando una especie de «manto protector». Impiden a los gérmenes
patógenos y a los contaminantes penetrar en el cuerpo, y
simultáneamente irradian un flujo constante de energía vital hacia el
entorno.
Esta protección natural significa que,
básicamente, una persona no puede enfermar debido a causas de origen
externo. Las razones de una enfermedad radican siempre en ella misma.
Los pensamientos y emociones negativos, y una forma de vida que no esté
en consonancia con las necesidades naturales del cuerpo
(sobreesfuerzo, alimentación insana, abuso de alcohol, nicotina y
drogas), pueden consumir la energía vital etérica, por lo que la
irradiación energética natural perderá intensidad y vigor. De esta forma
surgen zonas débiles en el aura. Los filamentos energéticos
mencionados, aparecen doblados o se entrecruzan en formas
desordenadas. El clarividente puede reconocer «agujeros» o «grietas» en
el aura, a través de los cuales pueden penetrar en el cuerpo las
vibraciones negativas y las bacterias causantes de las enfermedades.
Además, la energía vital puede «escapar» de la zona no material a
través de estas «heridas».
Debido a esta estrecha relación entre el
estado del cuerpo físico y la radiación energética del cuerpo etérico, a
menudo se habla también de un aura de la salud. Antes de
manifestarse en el cuerpo físico, las enfermedades se manifiestan en el
aura etérica, y pueden ser detectadas y tratadas en este plano. La
denominada fotografía Kirlian consiguió hacer visible por
primera vez esta radiación energética, propia de cada ser vivo.
Basándose en este invento, se han hecho diagnósticos muy precisos y se
han detectado enfermedades incluso cuando aún se encontraban en fase
latente.
El cuerpo etérico, y con él el cuerpo físico,
reaccionan de forma particularmente intensa a los impulsos mentales
que proceden del cuerpo mental. Aquí estriba la razón de los éxitos que
el pensamiento positivo tiene sobre la salud. Nosotros podemos
favorecer la salud de nuestro cuerpo utilizando prudentemente las
sugestiones positivas.
Otra función importante del cuerpo etérico
consiste en servir de intermediario entre los cuerpos energéticos
superiores y el cuerpo físico. Transmite al cuerpo emocional y al
cuerpo mental las informaciones que recogemos a través de los sentidos
corporales, y simultáneamente transmite energías e informaciones desde
los cuerpos superiores al cuerpo físico. Cuando el cuerpo etérico se
encuentra debilitado, este flujo de información y energía se halla
obstaculizado, y la persona puede parecer indiferente tanto en el plano
emocional como en el mental.
A este respecto es interesante señalar que
las plantas, en particular las flores y los árboles, también poseen una
radiación energética muy semejante al aura etérica del ser humano.
Podemos utilizar esta radiación para proporcionar nueva energía a
nuestra propia aura. Esta energía también se encuentra en los aceites
esenciales.
Es posible ponernos en contacto directo con
la energía de las plantas. Para ello, apoya tu espalda contra un árbol
que te resulte agradable, o abrázalo, descargando todo tu cuerpo contra
él. Deja que la fuerza armonizadora y energética del árbol se
transmita a tu interior. También puedes tumbarte en una pradera florida
y repleta de aromas, y permitir que las vibraciones de las delicadas
flores te envuelvan y penetren. También las flores cortadas o las
flores colocadas en un florero que tengas cerca de ti pueden
transmitirte algo de su energía activadora y armonizadora. Las plantas
reaccionan a tu amor y a tu agradecimiento por este servicio, aumentando
aún más su fuerza de irradiación.
El cuerpo emocional o astral
Es el segundo cuerpo sutil. En él se acumulan
todas nuestras emociones. El «calor» del corazón procede del cuerpo
astral, que es donde se debe trabajar para modificar un esquema
educativo o una creencia. Está asociado al plexo solar, y su color es
el amarillo.
El cuerpo emocional, con frecuencia denominado cuerpo astral,
es el portador de nuestros sentimientos, de nuestras emociones y de
las cualidades de nuestro carácter; ocupa aproximadamente el mismo
espacio que el cuerpo físico. En una persona poco desarrollada, sus
contornos están poco delimitados: el cuerpo emocional se presenta como
una sustancia nebulosa que se mueve caótica y desordenadamente en todas
las direcciones. Cuanto más desarrollada esté una persona en la
definición de sus sentimientos, sus simpatías y las cualidades de su
carácter, tanto más claro y transparente se manifestará su cuerpo
emocional. El clarividente puede observar un contorno nítidamente
marcado, que se adapta perfectamente a la forma del cuerpo físico.
El aura del cuerpo emocional presenta una
forma ovalada y puede extenderse a varios metros de distancia en torno a
la persona. Toda emoción se irradiará en su aura correspondiente a
través del cuerpo emocional. Este proceso se produce fundamentalmente a
través de los chakras, y en menor medida a través de los
poros. El aura emocional está inevitablemente en movimiento. Junto a
las peculiaridades del carácter fundamentales y relativamente
constantes, que se reflejan como los colores esenciales permanentes del
aura, cada sentimiento instantáneo, cada estimulo del ámbito de las
emociones, se reflejará en el aura. Es un juego indescriptible de
colores irisados que cambian constantemente con toda clase de matices.
Por ejemplo, emociones como la angustia, la furia, la opresión o las
preocupaciones, generan en el aura figuras nebulosas oscuras. Cuanto más
abre una persona su conciencia al amor, la entrega y la alegría, más
claros y transparentes son los colores que irradia su aura emocional.
Ninguno de los otros cuerpos no materiales
marca con tanta fuerza, como el cuerpo emocional, la visión del mundo y
de la realidad del hombre medio. En el cuerpo emocional se hallan
almacenadas, entre otras, todas nuestras emociones no liberadas, las
angustias y agresiones conscientes e inconscientes, las sensaciones de
soledad, rechazo y falta de autoconfianza, etc. Emiten sus vibraciones a
través del aura emocional, y transmiten el mensaje inconsciente que
enviamos al mundo exterior. Y aquí es donde se realiza el principio de
la atracción mutua. Las frecuencias energéticas que emitimos atraen
vibraciones energéticas iguales del entorno y se unen con ellas. Esto
significa que, con frecuencia, nos encontraremos con personas y
circunstancias que precisamente reflejan aquello que nosotros queremos
evitar o de lo que queremos librarnos conscientemente, o aquello que
tememos. De esta forma, el entorno nos sirve como espejo para todos
aquellos elementos que hemos relegado desde nuestra vida consciente a
las áreas del inconsciente. Efectivamente, los sentimientos no
liberados del cuerpo emocional aspiran a mantenerse con vida y a crecer
dentro de lo posible. Así nos llevan una y otra vez a situaciones que
se encargan de repetir las vibraciones emocionales originales, puesto
que esas vibraciones son como su alimento.
La frecuencia de la angustia en una persona
atrae situaciones en las que ve confirmada una y otra vez su angustia.
Si esa persona encierra en sí agresiones, siempre encontrará personas
que exteriorizan las vibraciones de furia y agresión.
El pensamiento consciente y los objetivos
mentales del cuerpo mental tienen poca influencia sobre el cuerpo
emocional, que sigue sus propias leyes. El cuerpo mental puede dirigir
el comportamiento hacia el exterior, pero no suprimir las estructuras
emocionales inconscientes.
Así, por ejemplo, una persona puede aspirar
conscientemente al amor o el éxito, e inconscientemente irradiar
frecuencias energéticas contradictorias de celos y falta de
autoconfianza, que le impedirán alcanzar su objetivo consciente.
Las estructuras emocionales continúan
existiendo a través de las diferentes encarnaciones siempre que no se
liberen, puesto que el cuerpo emocional perdura después de la muerte
física y se une en la reencarnación con el nuevo cuerpo físico. Las
experiencias no liberadas almacenadas en el cuerpo emocional determinan
en gran medida las circunstancias de la nueva vida.
Cuando hayamos comprendido realmente y de una
vez por todas estas relaciones, cesaremos de vernos en el «papel de
víctimas» y de atribuir la responsabilidad de nuestras debilidades y
miserias a otras personas o a las circunstancias. Ello implica en sí
mismo una gran liberación, puesto que entonces ya sabemos que tenemos
gran parte de nuestro destino en nuestras propias manos, y podemos
comenzar a cambiar nuestra vida cambiándonos a nosotros mismos.
La mayor proporción de «nudos emocionales» del cuerpo emocional se encuentra localizada en la zona del chakra del plexo solar. Este chakra
nos proporciona el acceso más directo a nuestras estructuras
emocionales a través de la vivencia inmediata. Sin embargo, si deseamos
percibir y conocer estas estructuras mediante el entendimiento
consciente, debemos traspasar los contenidos del chakra del plexo solar con la forma de manifestación suprema del cuerpo mental, la visión intuitiva, a la que tenemos acceso a través del chakra frontal.
Pero ni siquiera esto significa una liberación real. Una disolución de
las estructuras emocionales sólo puede producirse a través del cuerpo
espiritual, que manifiesta la sabiduría, el amor y la bendición de
nuestro yo superior, permitiendo al mismo tiempo conocer las relaciones
interiores, partiendo de la visión universal y holística de dicho yo.
Este vínculo podemos establecerlo a través del chakra del corazón y del chakra coronal.
El yo superior no enjuicia, no divide las
experiencias en «buenas» y «malas». Nos indica que debemos recorrer
determinadas experiencias sólo para comprender qué sentimientos y
acciones tienen como consecuencia una separación de la mente divina
original, causando con ello sufrimiento, y para comprender y aprender a
entender las leyes cósmicas del equilibrio natural. En los ámbitos de
la vida en los que hoy nos consideramos «víctimas», en anteriores
encarnaciones nosotros fuimos con gran frecuencia los «autores».
También en la terapia de los chakras tiene
una importancia decisiva una actitud interior en la que afirmamos todas
las experiencias y contenidos del cuerpo emocional, y en la que
contemplamos las imágenes y sensaciones que aparecen espontáneamente,
sin rechazar o enjuiciar nada de ello, puesto que de esta forma nuestro
yo superior puede asumir el «mando» e imbuir en todo nuestro ser las
energías espirituales de nuestro cuerpo energético supremo.
Cuando las vibraciones de nuestro cuerpo
espiritual se unen con el cuerpo emocional y lo penetran, éste comienza
a vibrar más rápidamente y empieza a expulsar las energías negativas
almacenadas, que tienen frecuencias menores. Con ello perdemos el
recuerdo emocional de estas experiencias y podemos perdonarnos a
nosotros mismos y a los demás.
A medida que aumenta la disolución de las
estructuras emocionales estancadas, el cuerpo emocional comienza a
irradiar profundos sentimientos de amor y de alegría incondicional. El
aura emocional luce entonces con los colores más claros, intensos y
transparentes, y los mensajes que emite al entorno atraen la felicidad y
el amor. Una capacidad rayana en lo milagroso para atraer todo lo
deseado, es la consecuencia natural de un cuerpo emocional plenamente
integrado que vibra con las frecuencias máximas que le son posibles.
El cuerpo mental
Es el menos estático de todos los cuerpos
sutiles. Está directamente influenciado por nuestro estado mental del
momento, y es el responsable de impulsar los demás cuerpos sutiles.
Está asociado a los chakras del corazón, timo y cuello. Sus colores son
el verde, el turquesa y el azul.
Nuestros pensamientos e ideas, y nuestros
conocimientos racionales e intuitivos, son portados por el cuerpo
mental. Su vibración es mayor que la del cuerpo etérico y la del cuerpo
emocional, y su estructura es menos compacta. Es de forma ovalada, y
en el desarrollo superior del hombre, su volumen puede extenderse hasta
ocupar aproximadamente el mismo espacio que el cuerpo emocional y el
aura emocional juntos. La irradiación áurica del cuerpo mental tiene un
alcance de unos cuantos metros más.
En una persona poco desarrollada mentalmente,
el cuerpo mental tiene la apariencia de una sustancia blanca lechosa.
Los pocos colores existentes son apagados y sin brillo, y su estructura
aparece relativamente opaca. Cuanto más vivos son los pensamientos y
cuanto más profundos son los conocimientos intelectuales de una
persona, tanto más claros e intenso son los colores que irradia su
vehículo mental.
Al igual que el cuerpo emocional, el cuerpo
mental también posee una octava mayor y una octava menor. Sus
frecuencias menores se manifiestan en el pensamiento lineal del
entendimiento racional, a través del cual buscan su acceso a la verdad
la mayoría de las personas. Este tipo de actividad racional se basa en
las percepciones del plano físico. Junto a esto, el cuerpo físico y sus
sentidos recogen informaciones que transmiten al cuerpo emocional a
través del cuerpo etérico; el cuerpo emocional transforma las
informaciones en sentimientos y los retransmite después al cuerpo
mental, que, a su vez, reacciona ante ellos con la formación de
pensamientos verbales.
Con frecuencia, debido a la influencia del
cuerpo emocional y de sus estructuras emocionales no liberadas, las
informaciones se distorsionan y el pensamiento se tiñe. Surgen esquemas
mentales recurrentes a través de los cuales enjuiciamos los
acontecimientos de nuestro mundo. Esto significa que el entendimiento
racional no es ni mucho menos imparcial y objetivo, aun cuando se
persiga esa cualidad.
Los pensamientos que surgen en el cuerpo
mental por esta vía generalmente giran en torno al bienestar personal y
a los intereses del devenir terrenal y mundano. En este caso la
solución racional de los problemas se convierte en la función principal
del cuerpo mental. Sin embargo, esto significa una distorsión de su
carácter original y una limitación de sus capacidades.
La auténtica función del cuerpo mental
consiste en recoger las verdades universales que le llegan del plano
del cuerpo espiritual e integrarlas con el entendimiento racional, que
las transfiere a las situaciones concretas y lleva a una solución del
problema en consonancia con las leyes universales.
Los conocimientos que de esta forma nos
llegan del plano espiritual de nuestro ser se manifiestan en forma de
intuiciones repentinas, a menudo en imágenes o incluso en sonidos que
después se transforman en pensamientos verbales. Nos permiten mirar al
interior de la auténtica naturaleza de las cosas y tienen una
estructura holográfica, al contrario que el entendimiento lineal que
parte de la concepción racional.
El acceso a la octava superior del cuerpo mental lo encontramos en una unión del chakra frontal con el chakra coronal.
Si el cuerpo mental está plenamente desarrollado, se convierte en el
espejo del cuerpo espiritual, y el hombre realiza en su vida la
sabiduría y el conocimiento integral del yo superior.
El cuerpo causal
Encierra el secreto de la planificación de nuestra vida. En él se recoge toda la información acerca de nuestro karma y nuestro dharma. Está asociado al chakra del tercer ojo. Su color es el añil.
El cuerpo causal debe su nombre al hecho de
que en el mismo residen las causas que se manifiestan como efectos en
los planos inferiores; puesto que las experiencias de vidas pasadas
acumuladas en el cuerpo causal, son el origen de la actitud general que
asumimos hacia la vida, así como las acciones emprendidas.
En sánscrito el cuerpo causal recibe el nombre de Karana Sharira; «Karana» significa causa.
No existe el hombre, el ser humano real, en
tanto el cuerpo causal no viene a la existencia. Todo ser individual ha
de tener necesariamente un cuerpo causal; en efecto, lo que constituye
la individualidad es la posesión del cuerpo causal.
La inmensa obra realizada antes del
nacimiento del cuerpo causal, tiene por objeto y finalidad construir y
desarrollar la materia de los planos físico, astral y mental inferior,
hasta que lleguen a convertirse en habitáculo adecuado para el Espíritu
Divino que ha de ocuparlos bajo la forma de un ser humano.
Según se describe, en su principio el cuerpo
causal o aspecto-forma del hombre real, es una delicada película de la
materia más sutil, apenas visible, que marca el principio de la vida
individual separada. Esa delicada, casi incolora, película de la
materia más sutil, es el cuerpo que perdurará durante toda la evolución
humana: en él —el hilo del yo o Sutratma— se irán ensartando las encarnaciones sucesivas.
El cuerpo Causal es el receptáculo de todo lo
duradero, es decir, únicamente de lo noble y armonioso, lo que esté de
acuerdo con la ley del Espíritu; pues todo pensamiento grande y noble,
toda emoción pura y elevada, asciende y su esencia entra a formar
parte de la sustancia del cuerpo causal. De manera que éste es un
verdadero registro —el único registro verdadero — del crecimiento del
hombre y de la etapa de evolución que éste haya alcanzado.
Todos los diversos cuerpos del hombre han de
ser considerados como envolturas o vehículos que permiten al Yo actuar
en alguna región determinada del universo. Del mismo modo que el hombre
utiliza un vehículo para viajar por tierra, una embarcación para
desplazarse por el mar y un globo o un avión para hacerlo por el aire,
así el Yo, el hombre real, utiliza sus diversos cuerpos, cada uno con
una finalidad específica, pero que siempre es el mismo, cualquiera que
sea el cuerpo que utilice en un momento dado. En relación con el
hombre, todos estos cuerpos son transitorios, son sus instrumentos o
sirvientes; se desgastan y son renovados, una y otra vez, adaptándose a
sus diversas necesidades y a sus poderes en constante desenvolvimiento.
Más específicamente, como la mente es dual en
su funcionamiento, el hombre necesita, y por tanto, dispone de dos
cuerpos mentales. Como vimos en el cuerpo mental, éste, propiamente
dicho, sirve de mente concreta; el causal, similarmente, es el órgano
del pensamiento abstracto.
En el pensador, morador del cuerpo causal, están comprendidos todos los poderes que clasificamos como mente, a saber: memoria, intuición y voluntad. El pensador
recoge todas las experiencias de las vidas terrenas por las que pasa,
para trasmutarlas en sí mismo, mediante su propia alquimia divina, en
esencia de tales experiencias y en conocimiento que es sabiduría.
Aún en una corta vida terrena distinguimos entre el conocimiento que
adquirimos en la misma y la sabiduría que, gradualmente, destilamos de
tal conocimiento. Sabiduría es el fruto de la experiencia de una vida;
la posesión culminante de los ancianos. En sentido más amplio y
profundo, sabiduría es el fruto de muchas encarnaciones, el producto de mucha experiencia y conocimiento. En el pensador,
por tanto, se reúne el acopio de experiencias, recogidas en todas
nuestras vidas pasadas y cosechadas en muchos renacimientos.
El cuerpo espiritual
El cuerpo espiritual se mantiene de
encarnación en encarnación. En él permanece oculto nuestro espíritu,
nuestro yo divino. Está relacionado con el chakra coronal. Su color es el violeta.
Es el que mayor frecuencia de vibración posee
de todos los cuerpos energéticos. En personas que aún son demasiado
inconscientes en el plano espiritual, se extiende conjuntamente con su
aura sólo un metro aproximadamente alrededor del cuerpo físico. Por
contra, el cuerpo y el aura espirituales de personas totalmente
despiertas, pueden irradiar hasta varios kilómetros de distancia, con
lo cual la forma ovalada original se transforma en un círculo regular.
Si has tenido alguna vez la oportunidad de
estar en presencia de un maestro iluminado, tal vez habrás observado
que la atmósfera cambia repentinamente cuando te alejas algunos
kilómetros de él. La experiencia de la luz, de la plenitud y del amor
que puede llenarte en la cercanía de un maestro, pierde su intensidad
tan pronto como sales del área de su aura.
El cuerpo espiritual y su aura irradian en
los colores más suaves, que al mismo tiempo poseen una fuerza de
iluminación indescriptiblemente profunda. Del plano espiritual del ser
fluye incansable la máxima y más radiante energía hacia el cuerpo
espiritual. A medida que esta energía va transformándose en frecuencias
menores, inunda también el cuerpo mental, el cuerpo emocional y el
cuerpo etérico. Aumenta las vibraciones de estos cuerpos, de forma que
en su ámbito de acción correspondiente pueden encontrar su máxima forma
de expresión. Hasta qué punto podamos percibir conscientemente,
absorber y aprovechar esta energía, depende del desarrollo de los chakras.
A través del cuerpo espiritual experimentamos
la unidad interior con toda la vida. Nos une con el ser puro y divino,
con la razón original omnipresente de la que han surgido y continúan
surgiendo todas las manifestaciones en la creación. Desde este plano
tenemos un acceso interior a todo cuanto existe en la creación.
El cuerpo espiritual es esa parte divina que
hay en nosotros, que es inmortal y que perdura a toda la evolución,
mientras los demás cuerpos no materiales se disuelven paulatinamente a
medida que el hombre va desarrollándose a través de los niveles de
conciencia que exige una existencia en el plano terrenal, en el plano
astral y en el plano mental.
Sólo a través del cuerpo espiritual es posible conocer la fuente y el destino de nuestra existencia y comprender el auténtico sentido de nuestra vida. Cuando nos abrimos a sus vibraciones, nuestra vida cobra una calidad completamente nueva. En todas nuestras acciones somos llevados por nuestro yo superior, y nuestra vida manifiesta la sabiduría, la fuerza, la bendición y el amor universal, que representan las cualidades naturales del aspecto supremo de nuestro yo.
Fuente: EnergíaInterior
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