¿El flujo incesante de noticias en Internet nos está volviendo lectores pasivos, incapaces de utilizar efectivamente la información en nuestro favor?
La superabundancia de información ha
dejado de ser una predicción apocalíptica para convertirse en la
descripción precisa de nuestro trato con el Internet, además de
evidenciar la incapacidad humana para procesarla. Internet es la Babel
del siglo XXI y muchas noticias nos sirven para saber si hay tráfico en
alguna parte de la ciudad, de acuerdo, ¿pero qué pasa con la información
que se evapora rápidamente, especialmente la que recibimos diariamente
en forma de noticias? El último libro de Rolf Dobelli, The Art of Thinking Clearly: Better Thinking, Better Decisions (“El
arte de pensar claramente: mejor pensamiento, mejores decisiones”)
dedica una sección a analizar todo el mal que nos hace estar expuesto al
exceso de noticias, o como dice Dobelli, “las noticias son para la
mente lo que el azúcar es para el cuerpo.”
¿Pero qué no es importante estar
informados? ¿Conocer los eventos más importantes alrededor del mundo?
¿Incluso divertirnos con un poco de data interesante? El mal de las
noticias, para Dobelli, radica en que nos hace vivir en un mundo
editorializado y filtrado por intereses políticos o económicos que no
necesariamente refleja la realidad de los lectores. El periodismo, para Dobelli, ha perdido sentido:
pasó de ser una fuente de información útil para la toma de decisiones y
el conocimiento del mundo a una fuente de producción (barata) de
información desechable. Nos enteramos de las noticias que hacen “más
ruido”, que tienen más potencial para viralizarse o venderse, no de las
que efectivamente podrían cambiar nuestra vida:
Así que el terrorismo está sobrevalorado; el estrés crónico está subvalorado. El colapso de los Hermanos Lehman está sobrevalorado; la irresponsabilidad fiscal está subvalorada. Los astronautas están sobrevalorados; las enfermeras están subvaloradas.
Según Dobelli, de las 10 mil noticias que has leído durante el último año, nos es imposible recordar una sola que haya afectado de manera importante nuestra vida,
carrera o negocio. La gente “encuentra muy difícil reconocer lo que es
relevante. Es mucho más fácil reconocer lo que es nuevo.” Esto se agrava
por el hecho de que no estamos reflexionando ni produciendo
conocimiento a partir de la información que recibimos, sino que la
consumimos pasivamente y la olvidamos, como un hábito de nuestros días
digitales. Los datos no generan conocimiento; el pensamiento sí. Tal vez
lo que está sobrevalorado no son las noticias, como dice Dobelli, sino
la capacidad de los seres humanos para procesar información.
Dobelli cita al millonario Warren Buffet
cuando dice que “lo mejor que el ser humano hace es interpretar toda la
nueva información para que sus viejas conclusiones permanezcan
intactas.” Pensar sería precisamente dudar de nuestras conclusiones sobre el mundo
y permitirnos integrar los nuevos datos en una visión más completa.
Pero según Dobelli, observar el árbol nos hace perder la perspectiva del
bosque:
Pensar requiere concentración. La concentración requiere tiempo sin interrupciones. Las notas de noticias están diseñadas específicamente para interrumpirte. Son como virus que roban tu atención para sus propios propósitos. Las noticias nos vuelven pensadores superficiales.
El diseño de la interrupción se refiere a un estudio del 2001, donde se descubrió que mientras más hiperlinks tenga una noticia, la comprensión del lector disminuye.
A pesar de que muchos factores pueden influir en la comprensión
lectora, afirma el estudio, cada vez que un link aparece nuestro cerebro
debe tomar la decisión de hacer click o no, lo que en sí mismo es
distractor. (Uno podría preguntarse si, en ese sentido, los pies de
página de los libros no funcionan del mismo modo como distractores,
aunque la intención sea, al igual que en las noticias, formar un aparato
crítico que permita al lector reconstruir el diseño de la nota o
artículo que se lee.)
Además del aspecto social, Dobelli afirma que las noticias literalmente son tóxicas para el cuerpo.
Las historias aterradoras (como un avión explotando en llamas en la
pista de aterrizaje) desencadenan cascadas de cortisol en el sistema
nervioso, lo que puede ser nocivo para el sistema inmunológico e inhibe
la producción de hormonas de crecimiento. “En otras palabras, tu cuerpo
se encuentra en situación de estrés crónico.”
A nivel neurológico las noticias tampoco
son beneficiosas: las conexiones neuronales, como sabemos, se modifican
para fortalecer aquellas redes que nos permiten realizar tareas que
frecuentamos, y debilitan las de aquellas que usamos menos. Según
Doballo, las redes neuronales utilizadas para realizar múltiples tareas
simultáneas se fortalecen en nuestro trato con las noticias, mientras
que aquellas utilizadas para leer a profundidad y comprender lo que
leemos tienden a debilitarse.
La mayoría de los consumidores de noticias –incluso si solían ser ávidos lectores de libros– han perdido la habilidad de absorber artículos largos o libros. Luego de cuatro o cinco páginas se cansan, su concentración se desvanece, se vuelven inquietos. No se debe a que se vuelvan viejos o que sus horarios sean más demandantes. Es porque la estructura física de sus cerebros ha cambiado.
El meme “Too Long Didn’t Read” (TL;DR)
hace parodia de esto, evidenciando que los posts cortos y de fácil
consumo (imágenes, de preferencia) son la norma, además de dejar en
claro la preferencia de la información desechable o frente a la cual
reaccionamos rápida y emocionalmente en lugar de la que nos aporta
elementos para pensar por nosotros mismos, con el riesgo e inversión de
tiempo que ello implica.
Nuestra atención en línea está siendo
disputada por los diferentes servicios que nos notifican sobre nuevos
correos, nuevas notificaciones, menciones, mensajes directos y
publicidad, en un ciclo parecido a la rueda de un hámster o el laberinto
de un ratón; como ellos, roemos la información a nuestro alcance,
que puede o no ser nutritiva. Dobelli afirma que si lees 15 minutos de
periódicos o noticias cada mañana, luego 15 más durante la comida y 15
antes de dormir (con algunos minutos dedicados a links que reclaman tu
atención imperiosa o recomendaciones de tus contactos), perdemos al
menos medio día por cada semana. Pero si la productividad no es una
prioridad para ti, tal vez la atención y la administración que haces de
ella sí lo sea.
Lo que leemos muchas veces trata de
eventos en los que no tenemos influencia. La repetición nos vuelve
eventualmente pasivos y hace que “eventualmente adoptemos una visión de
mundo pesimista, insensibilizada, sarcástica y fatalista. El término
técnico es ‘impotencia aprendida’“, lo cual puede
comprobarse con los comentarios sabelotodos de cualquier foro en línea
de gente que compara información y fuentes, en el mejor de los casos, y
en la mayoría únicamente reacciones inmediatas de aprobación o
desaprobación; no pensamiento propiamente, o incluso creatividad para
reorganizar la información que reciben.
Dobelli concluye: “La sociedad necesita
el periodismo, pero de manera diferente. El periodismo de investigación
siempre es relevante. Necesitamos reportajes que vigilen a nuestras
instituciones y descubran la verdad. Pero los descubrimientos
importantes no tienen que llegar en forma de noticias.” La solución para
Doballi es clara: “La he pasado sin noticias por cuatro años, así que
puedo ver, sentir y reportar los efectos de esta libertad de primera
mano: menos interrupción, menos ansiedad, pensamiento más profundo, más
tiempo, más ideas. No es fácil, pero vale la pena.”
El problema son nuestros hábitos de
consumo de noticias y el tipo de información a la que estamos expuestos.
Estar informado es un imperativo socialmente prestigioso, pero debemos
preguntarnos si la acumulación de datos es lo mismo que la información.
Las redes sociales tienen potencial para filtrar el tipo de información
que cada usuario considera relevante para sí mismo, si logra sortear las
carretadas de información cuestionable e imbecilidad rampante que son
la norma en Twitter.
No tenemos una Primavera Árabe cada
semana, pero las microcomunidades de información podrían servir
precisamente como filtros para usuarios que necesitan información
similar para sus actividades. Así, cada usuario debería ser responsable
de proveerse activamente del tipo de información que sea relevante para
su trabajo o su estilo de vida, y a la vez, volverse responsable del
tipo de información que comparte con sus contactos, asumiéndose como un
medio informativo. Pensemos dos veces antes de darle share:
¿queremos informar a otros o queremos ser asociados con cierto tipo de
información? ¿Estamos construyendo comunidades de usuarios o estamos
reproduciendo pasivamente el discurso oficial, agazapado en el
tratamiento común de las noticias?
Fuente: PijamaSurf
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu comentario aquí