Investigadores de la Universidad de Oxford y la Universidad de Montreal mostraron que el dióxido de titanio y el óxido de zinc usados como nanopartículas en la mayoría de los bloqueadores solares producen radicales libres en las células de la piel, dañando el ADN.
Las nanotecnologías
prometen beneficios de todo tipo, desde aplicaciones médicas nuevas o
más eficientes a soluciones de problemas ambientales y muchos otros; sin
embargo, la mayoría de la gente todavía no sabe de qué se trata.
Las nanotecnologías son un conjunto de técnicas que se utilizan para manipular la materia a la escala de átomos y moléculas.
Nano es una medida, no un objeto. A diferencia de la biotecnología,
donde "bio" indica que se manipula la vida, la nanotecnología habla
solamente de una escala.
Un nanómetro es la millonésima parte de un milímetro. Para comprender el
potencial de esta tecnología es clave saber que las propiedades físicas
y químicas de la materia cambian a escala nanométrica, lo cual se
denomina efecto cuántico. La conductividad eléctrica, el color, la
resistencia, la elasticidad, la reactividad, entre otras propiedades, se
comportan de manera diferente que en los mismos elementos a mayor
escala.
El oro se ve amarillo a simple vista mientras que las nanopartículas de
oro son rojas. El dióxido de titanio que se usa desde hace décadas como
protector solar y aditivo alimentario es blanco, pero a nanoescala es
transparente. El grafito que encontramos en los lápices se compone
solamente de átomos
de carbono y es muy blando, pero los mismos átomos de carbono,
estructurados como nanotubos (llamados fulerenos), forman materiales más
resistentes que el acero y mucho más livianos.
Las aplicaciones más usadas comercialmente a escala mundial son las
nanopartículas -fabricadas para cambiar las propiedades que tienen esos
elementos a mayor tamaño o combinarlas con otros materiales otorgándole
nuevas propiedades- y las nanocápsulas, pequeños contenedores de
sustancias para su liberación controlada, por ejemplo en administración
de medicamentos, cosméticos, o agrotóxicos, que no se liberan hasta
entrar en contacto con ciertos tejidos en humanos, animales o plantas.
En el mercado ya existen cerca de 475 productos que usan nanotecnología:
protectores solares, cosméticos, aditivos alimentarios, plaguicidas,
textiles (por ejemplo en camisas y pantalones), barnices, recubrimientos
y membranas que se aplican a artículos del hogar, chips electrónicos,
sensores y dispositivos para diagnóstico. La Fundación Nacional de la Ciencia de Estados Unidos estima que en 2012 la mitad de la industria farmacéutica se basará en la nanotecnología.
Pese a que la nanotecnología ya está ampliamente en contacto con nuestra
vida cotidiana, casi no existen estudios sobre sus potenciales efectos
negativos. Hay escasos estudios sobre los problemas que podría acarrear
en la salud y el ambiente, y prácticamente ninguno en torno al impacto
político, militar y en las economías, sobre todo de los países del sur.
Para tomar uno de los aspectos que más preocupan, veamos qué se sabe respecto a los impactos en la salud.
En 1997 investigadores de la Universidad de Oxford y la Universidad de
Montreal mostraron que el dióxido de titanio y el óxido de zinc usados
como nanopartículas en la mayoría de los bloqueadores solares producen
radicales libres en las células de la piel, dañando el ADN. Ambas
sustancias se usan hace décadas como protectores solares, pero debido a
que son blancos y opacos en su formulación de mayor tamaño sólo los
usaban quienes tenían más exposición al sol a causa de su trabajo.
Ahora, al ser transparentes, se ha generalizado su aplicación.
El mismo efecto de producir radicales libres se observó en cosméticos
que usan nanopartículas (la mayor parte de las cremas antiarrugas y
otros cosméticos de efecto rápido), convirtiéndolas en una contradicción
en sí mismas, ya que los radicales libres aceleran el envejecimiento de
las células.
L'Oreal, una de las empresas que más utiliza este sistema, conoce estos
efectos y alega que ha recubierto las nanopartículas con otras
sustancias, además de agregarles factores que combaten los radicales
libres que originan. Imaginen el coctel que uno se aplica en la piel.
En 2002, el Centro de Nanotecnología Biológica y Ambiental de la
Universidad de Rice, Houston, informó que las nanopartículas se acumulan
en los órganos de animales de laboratorio (hígado y pulmones). Esto
podría dar origen a tumores, al igual que el daño del ADN. Los
nanotubos, similares a finísimas agujas, podrían clavarse en los
pulmones con efectos parecidos al que provoca el asbesto.
En 2003 en un estudio solicitado por el Grupo ETC, el tóxico-patólogo
Vyvyan Howard concluyó que el tamaño de las nanopartículas, más que el
material que las constituye, es un riesgo en sí mismo porque aumenta
exponencialmente su potencial catalítico y el sistema inmunológico no
las detecta, pese a que atraviesan, por ejemplo, la barrera sanguínea
que rodea el cerebro, con efectos potencialmente tóxicos por sí mismas o
por lo que pueda adherirse a ellas y pasar de polizón.
En 2004, Howard informó en una conferencia mundial sobre nanotoxicidad
que las nanopartículas se mueven de la madre al feto por medio de la
placenta. Ese mismo año un informe presentado en la reunión de la
Asociación Americana de Química mostró que las nanoesferas de carbono
disueltas en agua, simulando un grado de contaminación ambiental común,
dañan el cerebro de los peces y provocan mortandad en pulgas de agua.
Estamos ante la liberación masiva al ambiente, al cuerpo humano, animal y vegetal, de partículas construidas artificialmente para las que los organismos no tienen ninguna prevención.
Fuente: EcoPortal
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu comentario aquí