Ningun conocimiento se nos da si no existe en nosotros la voluntad de conocer, ninguna droga nos salva si no queremos ser salvados.


"La experiencia más hermosa que podemos tener es lo misterioso. Es la emoción fundamental de la que
nace todo arte y ciencia verdaderos. Quien no la conozca y ya no pueda sorprenderse ni maravillarse, es
como si estuviera muerto y sus ojos estuvieran cerrados"

"Nada de lo que escuches, sin importar quien lo diga.
Nada de lo que leas, sin importar dónde esté escrito.
Nada debes aceptar, sin previo discernirlo.
Y por ti mismo, deberás decidir su validez o no.
¡Investiga!"


lunes, 10 de junio de 2013

La impresionante plasticidad del cerebro.

La piedra filosofal para la transformación mental es una mezcla del querer es poder, es decir, de la voluntad, la intención o la fuerza de la mente y de la impresionante plasticidad del cerebro. Al igual que el entrenamiento físico fortalece los músculos, el entrenamiento mental modifica los circuitos del cerebro en la dirección que deseamos. 




Para los budistas el entrenamiento mental por excelencia, la herramienta para cambiar el cerebro y la realidad, es la meditación. 

La meditación permite cultivar cualidades nuevas que poco a poco se van incorporando de forma natural a la vida cotidiana. En un principio hay que tener la voluntad para dirigir la mente hacia el lugar que deseamos y de este modo se comienzan a formar nuevas conexiones cerebrales que son primero caminos y con el tiempo se convierten en autopistas cerebrales.

Numerosos experimentos han demostrado que la práctica de la meditación altera la geografía neuronal, las formas más básicas de entrenamiento mental producen efectos positivos. Se puede considerar como si se educara a un niño jugando, pero en este caso el niño es nuestro propio cerebro. 

Schwartz, budista y practicante de la meditación, quiso comprobar el potencial terapéutico de ésta. Siguiendo la idea de lo que se conoce como meditación consciente, es decir, observar lo que ocurre en el interior sin juzgar, enseñó a sus pacientes a separarse de su enfermedad; a observar los síntomas con la parte más lúcida de ellos mismos reconociendo que sólo eran manifestaciones de su trastorno. 

Una semana de entrenamiento fue suficiente para que los pacientes afirmaran que sentían que la enfermedad había dejado de controlarlos. Pero lo más extraordinario y sorprendente para los científicos fue que las pruebas de imagen cerebral demostraban que sus redes neuronales habían cambiado. La simple educación mental había reducido la actividad en los circuitos cerebrales que causan la enfermedad.

Los recuerdos de amor, de apoyo, activan circuitos mentales relacionados con la sensación de seguridad emocional, de solidez y de autoestima. Con el “querer” se puede incluso doblegar la genética, burlar el supuesto determinismo del ADN. 
El cerebro almacena en su memoria ciertas rutas de acceso hacia la sanación y transmite señales que estimulan a la farmacia interna a generar elementos químicos naturalmente curativos.

En el Instituto Karolinska de Estocolmo, donde la actividad cerebral de los sujetos era registrada mediante tomografía por emisión de positrones (PET), se observó que tanto los pacientes que recibían analgésicos reales como aquellos a quienes se suministraban placebos, registraban un notable alivio del dolor y un importante aumento de la actividad cerebral en la zona conocida como córtex cingulado anterior. Y también funciona en enfermedades más graves.

En 2001, un artículo de la revista Science recogía las conclusiones de científicos canadienses, que comprobaron cómo los placebos llegaban a elevar la liberación de dopamina tanto como los fármacos químicamente activos en el tratamiento del Parkinson. Hablando de esta patología, recordemos que investigadores de la Universidad de Turín inyectaron una primera vez un producto específico contra la enfermedad a varios pacientes, pero en las siguientes ocasiones el preparado fue sustituido por agua salina. Los enfermos no sólo declararon encontrarse mucho mejor, sino que hasta la rigidez propia del Parkinson disminuyó.

En otro estudio sobre este mismo mal emprendido en la universidad norteamericana de Denver, los médicos simularon realizar un trasplante de neuronas a los afectados, y la mejoría real de estos se prolongó durante más de un año.

Cuando se administra un placebo, la producción de endorfinas, inmunopéptidos, numerosas moléculas de la llamada «cascada del stress», y los niveles de nuestras defensas, como los neutrófilos y linfocitos, se alteran significativamente. 

Una vez más, algo totalmente inmaterial como la sugestión –en suma, un pensamiento– provoca efectos físicos reales y tangibles.

Cada día más científicos están considerando que es en la mente donde se generan gran parte de las enfermedades. La relación entre el componente psicosomático de las enfermedades y el tipo de vida que llevemos se encuentran inevitablemente relacionados con la aceptación de las condiciones de vida y la medida de felicidad. 

En el momento que aprendamos a controlar nuestros estados de ánimo, favoreciendo el buen humor y los pensamientos positivos ante las innumerables situaciones adversas que nos plantea la vida, empezaremos a cambiar nuestra salud.

Nuestras ideas, percepciones, creencias, sean o no acertadas, tengan o carezcan de base fáctica o racional, tienen un efecto directo e inmediato sobre nuestro organismo. La mente tiene poder de en la curación de dolencias y enfermedades sin auxilio de agentes exteriores como los fármacos.

 

Fuente: PlasticidadNeuronal

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