Entender al árbol de Navidad como el Árbol de la Vida nos ayuda a comprender cómo nuestro cuerpo, nuestra energía, nuestra conciencia, nuestros sistemas nerviosos y neuronales son un modelo de las ramificaciones y los patrones fractales que existen en las venas de las hojas, los troncos de los árboles, los ríos del planeta y la relación cósmica que existe en el universo.
En esta nueva era de la información
hemos sido testigos de una revolución en la contracultura espiritual de
occidente. Los avances exponenciales de la ciencia, la aproximación a
filosofías orientales y las prácticas esotéricas han develado
información que ha ampliado el espectro de comprensión de nuestra
dimensión espiritual y han generado un amplio cuestionamiento en los
ritos y tradiciones que se popularizaron y se arraigaron en el oeste del
planeta. Nuestra concepción de la conciencia y nuestra entrega de la fe
son cada vez más críticas, por lo que algunas costumbres y fiestas
religiosas que antes considerábamos sagradas han perdido su valor divino
al observar que han sido impulsadas por una agenda capitalista y
consumista a través de sus celebraciones.
Tal es el caso del festejo de la navidad
para la religión cristiana, no sólo por el hecho del mash-up religioso
que existe detrás de su celebración, sino por la costumbre de la
decoración y presentación del emblemático árbol de navidad. Pero en
éste caso en específico, es preciso conocer la historia detrás de la
costumbre y su origen para poder entenderla desde un ángulo diferente e
inclusive continuar su práctica a través de una diferente perspectiva.
El árbol de navidad moderno puede ser entendido como una representación del Árbol de la Vida.
En la tradición pagana se conocían como
árboles Yule, datan de siglos antes de Cristo y por lo general eran
pinos en arboledas que se veneraban, como ala Gran MadreTierra, al ser
decorados con velas colgantes. Los paganos llevaban los árboles y hojas a
sus hogares con la llegada del solsticio de invierno que se produce en
el hemisferio norte entre el 21 y 22 de diciembre.
Los árboles
simbolizaban el renacimiento y la inmortalidad que se manifestaban en
invierno, las luces del árbol y adornos originalmente simbolizaban el
sol, la luna y las estrellas. Las decoraciones de los paganos en Grecia y
Siria del árbol de Yule también representaban las almas de los difuntos
que se recordaban al final del año y realizaban una entrega de regalos
sagrados como ofrendas a las deidades, Attis y Dionisio. Los romanos
actualizaron ésta tradición en invierno con la fiesta de Saturnalia, la
cual fue adoptada por el cristianismo y luego llamada Navidad.
Los escandinavos creían en Yggdrasil, un
Árbol de la Vida que conectaba a la “tierra media” con el “bajo mundo” y
el cielo. Los árboles que conectaban mundos también se observaron en
Mesoamérica incluyendo sociedades de Izapa, los Olmecas y Aztecas. Los
Mayas adoraban el árbol de Ceiba, que funcionaba como un símbolo de los
diferentes niveles en el eje central dela Madre Tierra, al igual que la
banda luminosa de nuestra Vía Láctea.
El Árbol de la Vida apareció en muchas
sociedades alrededor del mundo. Los egipcios valoraban especialmente a
los árboles como símbolo de la victoria de la vida sobre la muerte, y al
igual que los paganos, llevaban los árboles a sus casas durante el
solsticio de invierno. Los asirios veneraban a un árbol formado por
líneas cruzando una serie de nodos que imitaban el sistema eléctrico del
cuerpo humano. Los armenios tallaban el árbol en las armaduras de sus
guerreros, dividiendo las ramas de igual forma en el lado derecho como
en el izquierdo para representar el balance.
El Árbol de la Vida del Kabbalah tiene
un orden de diez (a veces once) esferas psíquicas llamadas Sephirot,
que cuando se observa dentro de un cuerpo humano, es similar al modelo
yogi del Árbol de la Vida que se representa por una compleja red de
ramificaciones llamadas “meridianos” (nadis en sánscrito) que canalizan
pulsos de prana hacia los chakras y éstos procesan la energía del cuerpo
humano.
En la alquimia se plasmaba El Árbol de
la Vida con siete esferas, estrellas, soles, flores y otros íconos
místicos que asemejan los chakras a lo largo de la espina dorsal. Y fue
debajo del árbol Bodhi donde Buda despertó a su propia naturaleza
iluminada.
Entender al árbol de Navidad como el
Árbol de la Vida nos ayuda a comprender cómo nuestro cuerpo, nuestra
energía, nuestra conciencia, nuestros sistemas nerviosos y neuronales
son un modelo de las ramificaciones y los patrones fractales que existen
en las venas de las hojas, los troncos de los árboles, los ríos del
planeta y la relación cósmica que existe en el universo. No somos
diferentes al resto del mundo o al resto del cosmos, vivimos en las
ramas de una red energética que abarca el continuo de tiempo-espacio.
Nosotros los humanos tenemos acceso al poder divino del Árbol de la Vida
y éste hecho merece ser celebrado como vida, renacimiento y conexión
con nuestro árbol universal.
Fuente: PijamaSurf
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