El biólogo Rupert Sheldrake propone en su nuevo libro Science Set Free experimentos para comprobar que la mente se extiende fuera del cerebro.
¿Está la mente limitada al reino del cerebro?
O ¿se extiende y participa en el mundo? Esta fundamental disyuntiva
entre mente y materia está en el centro de la historia de la filosofía.
Nuevas teorías científicas, que a fin de cuentas se desdoblan de la
filosofía vedántica, sugieren que la mente está distribuida en el mundo y
que el acto de percibir es un proceso dinámico y coparticipativo entre
el observador y lo observado, ligados por un campo incluyente.
El biólogo Rupert Sheldrake ha estudiado
por más de tres décadas la percepción humana desde una teoría de
campos. En su nuevo libro Science Set Free, Sheldrake explora
los dogmas de la ciencia y propone experimentos para romper con los
paradigmas que anquilosan el conocimiento y la evolución humana. Uno de
ellos es medir científicamente los campos de la mente, como algo que
existe fuera del cerebro y puede ser detectable. Una de las formas con
las que ha tomado esta iniciativa es en experimentos midiendo “la
sensación de estar siendo observado”. ¿Si las personas pueden sentir,
más allá del error estadístico, que alguien las está observando, cuando
no tienen forma de saberlo por medios ordinarios, que no dice esto de la
mente? ¿Acaso no se extiende por el mundo material?
A continuación traducimos un extracto del libro Science Set Free, publicado en el sitio Reality Sandwich.
El materialismo es una doctrina en la
que sólo la materia es real. De aquí que las mentes estén dentro de los
cerebros, y la actividad mental no es más que actividad cerebral. Esta
asunción entra en conflicto con nuestra propia experiencia. Cuando
observamos un mirlo, vemos un mirlo; no experimentamos complejos cambios
eléctricos en nuestro cerebro. Pero la mayoría de nosotros aceptamos la
teoría de la mente-dentro-del-cerebro antes de que pudieramos
cuestionarla. La tomamos por descontado desde niños porque parecía estar
fundamentada por toda la autoridad de a ciencia y el sistema educativo.
En su estudio del desarrollo intelectual de los niños, el psicólogo
suizo Jean Piaget encontró que antes de los diez u once años, los niños
europeos eran como personas “primitivas”. No sabía que la mente estaba
confinada a la cabeza; pensaban que se extendían al mundo alrededor de
ellos. Pero al cumplir diez u once años, la mayoría había asimilado lo
que Piaget llamaba la visión “correcta”: “Las imágenes y los
pensamientos se sitúan en la cabeza”…
Imágenes fuera de los cuerpos
No todos los filósofos y psicólogos
creen en la teoría de la-mente-en-el-cerebro, y a lo largo de los años
una minoría ha reconocido que puede que nuestras percepciones se
ubiquen donde parecen estar, en el mundo exterior, fuera de nuestras
cabezas, y no sean representaciones dentro de nuestros cerebros. En
1904, William James escribió:“Toda la filosofía de la percepción desde
Demócrito en adelante ha sido una larga discusión sobre la paradoja de
que lo que es evidentemente una realidad debería de estar en dos
lugares al mismo tiempo, tanto en el espacio externo y en la mente de
una persona. Las teorías ‘representativas’ de la percepción evitan la
paradoja lógica, pero por otro lado violan el sentido vivencial del
lector que no sabe de una imagen mental que interviene sino que parece
observar la habitación y el libro inmediatamente como existen
físicamente”. O como expresó Alfred North Whitehead en 1925, “las
sensaciones son proyectadas por la mente para vestir cuerpos apropiados
en la naturaleza exterior”.
Un reciente expositor de la teoría de la mente extendida es el psicólogo Max Velmans. En su libro Understanding Consciousness (2000) , propone un “modelo reflexivo” de a mente, el cual ilustra con esta discusión de un sujeto observando a un gato:
“De acuerdo a los reduccionistas parece
que existe un gato fenomenológico ‘en la mente de S’, pero esto en
realidad no es más que un estado en su cerebro. De acuerdo al modelo
reflexivo, cuando S ve al gato, su única experiencia visual del gato es
el gato que ve afuera en el mundo. Si se le pregunta que señale a este
gato fenomenológico (su ‘experiencia de gato’), ella no debería de
señalar su cerebro sino al gato como es percibido, afuera en el espacio
más allá de la superficie del cuerpo”. Velman sugiere que esta imagen
podría ser un “tipo de ‘holograma proyectado’ neuralmente’. Un holograma
proyectado tiene la interesante cualidad de que la imagen
tridimensional que codifica es percibida como estando afuera en el
espacio, enfrente de su superficie bidimensional”. Pero Vleman siempre
fue ambiguo sobre la naturaleza de esta proyección. Un holograma después
de todo es un fenómeno de campo. Lo llamó “psico-lógico” en vez de
“físico” y al final dijo que no sabía como ocurría, y pero añadió, “no
entender del todo cómo es que sucede no altera el hecho de que sucede”.
Yo sugiero que esta proyección externa de imágenes visuales es tanto
psicológica como física. Ocurre a través de nuestros campos de
percepción. Estos son psicológicos, en el sentido que subyacen a
nuestras percepciones conscientes, y también físicos y naturales en el
sentido de que existen fuera de nuestro cerebro y tienen efectos
detectables. La percepción humana no es la única que se extiende a
través de la vista y el olfato. Otros animales ven cosas a través de
campos proyectados más allá de la superficie de sus cuerpos, y ven cosas
a través de campos auditivos proyectados. Somos como esos otros
animales. Los sentidos no son estáticos. Los ojos se mueven en el acto
de observar algo, y todas nuestra cabezas y cuerpos se mueven en
nuestros ambientes.
Al movernos, nuestros campos preceptúales cambian.
Los campos preceptúales no están separados de nuestros cuerpos, sino que
los incluyen. Podemos ver nuestras propia superficie exterior, nuestra
piel, nuestro pelo, cabello y ropa. Estamos dentro de nuestros campos de
visión y acción. Nuestra conciencia del espacio tridimensional incluye
nuestros propios cuerpos dentro de ella, y nuestros movimientos e
intenciones en relación con lo que nos rodea. Como otros animales, no
percibimos pasivamente, somos conductores activos, y nuestras
percepciones y conductas están estrechamente ligadas. Algunos
neurocientíficos y filósofos están de acuerdo en que las percepciones
dependen en la estrecha conexión entre la percepción y la actividad,
vinculando a un animal o persona al medio ambiente. Una escuela de
pensamiento sostiene un acercamiento “enactivo”, “encarnado” o
“sensorimotor”. Las percepciones no están representadas en un modelo de
mundo dentro de la cabeza, sino se presentan o despliegan como resultado
de la interacción entre el organismo y su medio ambiente.
Como
Francisco Varela y sus colegas han expresado, “la percepción y la acción
han evolucionado juntas… la percepción es siempre actividad guiada
perceptualmente”. Como el filósofo Arva Noë lo puso, “Estamos fuera
nuestra cabeza. Estamos en el mundo y somos del mundo. Somos patrones de
involucramiento activo con fronteras fluidas y componentes cambiantes.
Estamos distribuidos”. El psicólogo Kevin O’Regan, un materialista
convencido prefiere este acercamiento a la teoría de la
mente-en-el-cerebro precisamente porque quiere expulsar toda la magia
del cerebro. No acepta que la visión está en el cerebro, porque esto “te
pondría en la situación terrible de tener que postular un mecanismo
mágico que le otorga al córtex visual la visión, y al córtex auditivo el
oír”. Henri Bergson se anticipó a los acercamientos enactivos y
sensorimotores hace más de un siglo. Enfatizó que la percepción está
dirigida hacia la acción. A través de la percepción, “Los objetos que
rodean mi cuerpo reflejan su posible acción en él”. Las imágenes no
están dentro del cerebro:
“La verdad es que el punto P, los rayos
que emite, los elementos nerviosos y la retina afectados, forman un
todo; que el punto luminoso P es parte de este todo; y que en realidad
es en P, y no en otro lugar, que la imagen de P se forma y es
percibida”. Mi propia interpretación es que la visión ocurre dentro de
campos de percepción extendidos, los cuales están dentro del cerebro y
se extienden fuera de él. La visión está enraizada en la actividad del
cerebro, pero no limitada al interior de la cabeza. Como Velmans,
sugiero que la formación de estos campos depende de cambios en varias
regiones del cerebro mientras la visión ocurre, influida por
expectativas, intenciones y memorias. Estas son un tipo de campo
mórfico y, como otros campos mórficos, conectan las partes dentro de los
todos, y tienen una memoria inherente otorgada por la resonancia
mórfica de campos similares en el pasado. Cuando veo a una persona o a
un animal, mi campo perceptual interactúa con el campo de la persona o
animal que estoy viendo, permitiendo que mi mirada los detecte. Nuestras
experiencias ciertamente sugieren que nuestras mentes se extienden más
allá de nuestros cerebros.
Vemos y oímos cosas en el espacio fuera de
nosotros. Pero existe un fuerte tabú en contra de todo aquello que
sugiera que ver y oír están involucrados en un tipo de proyección
externa. Esta cuestión no puede ser resuelta con argumentos teóricos
solamente o habría habido más progreso en el último siglo –o incluso en
los últimos 2,500 años. Estoy convencido de que el camino hacia delante
es tratar a los campos de la mente como una hipótesis científicamente
comprobable y no como una teoría filosófica. Cuando estoy viendo algo,
mis campos preceptúales visten” lo que veo. Mi mente toca lo que veo. De
esta forma incluso podría afectar a una persona solo viéndola. ¿Si veo a
una persona desde atrás cuando no pede ver u oír, y no sabe que estoy
ahí, puede sentir mi mirada?
Fuente: PijamaSurf