La intuición más allá del pensamiento mágico: una función cognitiva, capaz de acceder a una mayor cantidad de información y sintetizarla con una mayor velocidad –accediendo al inconsciente— que merece un lugar preponerante en la neurociencia moderna.
Habitando en la dualidad, como solemos
hacerlo al menos en un plano común y corriente, generalmente entre un
conjunto de dos factores que se oponen uno de ellos impera propiciando
un desequilibrio. El cerebro humano no es la excepción, y en el se
escinden permanentente procesos cognitivos dualísticos. El pensamiento
racional parece haberse erigido como el predominante en nuestra forma de
conocer el mundo, bajo el paradigma positivista, en detrimento de la
intuición (o la inteligencia emocional), esa ave rara que la ciencia
apenas considera dentro de su catálogo. Y si bien ambas formas por
momentos se entrelazan y difuminan, es indudable que la razón está
ligada a un modelo que se ha establecido en el poder por cientos de años
–aquel que simbólicamente se asocia con el aspecto masculino. Sin
necesariamente preferir uno sobre otro, en el espíritu de equilibrar o
simplemente de explorar aquello que nos es menos conocido, es quizás el
tiempo para reafirmar la intuición.
La intuición, palabra que significa
conocer desde dentro, se ha visto históricamente discriminada como un
tipo de percepción extrasensorial o una fantasía cognitiva. Sin embargo,
actualmente la neurociencia y la neurofilosofía han trazado diferentes
mapas para incluir a la intuición (y al conocimiento emocional),
revelando una serie de particularidades que permiten conocer de formas
que la razón difícilmente podría alcanzar.
En su libro Answers for Aristotle: How Science and Philosophy Can Lead Us to A More Meaningful Life, el
profesor de filosofía Massimo Pigliucci señala que la intuición
“trabaja de manera asociativa: se siente como si no hiciera ningún
esfuerzo (aunque utiliza significativamente mayor cantidad de poder
cerebral), y es veloz. El pensamiento racional, al contrario, es
analítico, requiere esfuerzo, y es lento”. Advierte, sin embargo, que no
siempre usamos la intuición, pese a esta aparente ventaja, ya que,
contrario a lo que se cree, no es infalible, es a veces solo una primera
impresión de un fenómeno.
Pigliucci también explica que las
personas no son intuitivas en general, sino solamente en ciertos
aspectos (por ejemplo jugando ajedrez o en diagnosticar una enfermedad);
podrían estar totalmente perdidos en otras cuestiones. “Las intuiciones
se mejoran con la práctica –especialmente con mucha práctica –ya que en
el fondo la intuición es la habilidad de una persona de detectar
ciertos patrones recurrentes; entre más estamos expuestos a un dominio
de actividad particular más nos familiarizamos con los patrones
relevantes (gráficas médicas, posiciones de piezas de ajedrez), y más
rápido nuestros cerebros generan soluciones heurísticas para el problema
que enfrentamos en ese dominio”.
Desarollar esta capacidad intuitiva,
teoriza Pigliucci hace la diferencia entre un experto que se desempeña a
un nivel sobresaliente en cualquier campo (medicina, leyes, tenis). Lo
bueno es que la intuición es algo que cualquier persona puede
desarrollar. Y un primer paso es tener dentro de la memoria una gran
cantidad de información sobre un tema o una disciplina.
Investigadores de Columbia acuñaron el
término “efecto de oráculo emocional”, para describir la efectividad
prediciendo el futuro de personas informadas que se basaron en sus
emociones. La investigación cubrió distintos campos en los que los
participantes hicieron predicciones de temas que iban desde el nominado a
la presidencia del partido demócrata (en el 2008), el éxito en la
taquilla de diferentes películas, el ganador de American Idol, el
ganador de un partido de futbol americano, el índice de valores del Dow
Jones o incluso el clima. Los resultados mostraron consistentemente que
aquellos que confiaron en sus sentimientos tuvieron mejores resultados.
Los investigadores creen que este
“oráculo” emocional funciona como una síntesis intuitiva del
conocimiento acumulado de un tema. Esta síntesis es más veloz y más
completa que lo que podríamos resumir usando la razón conscientemente. Según el profesor Michael Tuan Pham:
Cuando confiamos en
nuestros sentimientos, lo que se siente “bien” o “mal” resume todo el
conocimiento e información que hemos adquirido consciente e
inconscientemente del mundo que nos rodea. Es este conocimiento
acumulado, el cual nuestros sentimientos resumen para nosotros, lo que
nos permite hacer mejores predicciones. En cierto sentido, nuestros
sentimientos nos dan acceso a una ventana privilegiada de conocimiento e
información –una ventana de la cual una forma más analítica de razonar
nos bloquea.
Este “oráculo emocional” sólo funciona,
señalan los investigadores para las personas que tienen conocimientos
sobre los temas que predicen. Lo cual sugiere que la intuición es la
extensión del conocimiento inconsciente que logra sintetizarse en un
pensamiento a través de un mecanismo en el que suelen intervenir las
emociones. Esto nos indicaría que tenemos en la mente inconsciente una
gran cantidad de información que no sabemos emplear u organizar, pero
que de poder activarla de manera coherente podríamos operar con una
mayor eficiencia, hasta el punto de que tanta información podría hacerse
pasar por precognición. Al parecer la clave para hacer consciente toda
esta información que subyace el umbral cognitivo son las emociones,
sentir más que pensar, de alguna forma esto desbloquea un amplio caudal
de información constreñida por la rigidez fragmentaria de la razón.
Fuente: PijamaSurf
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