La
espiritualidad, que de él se deriva, es un modo de ser, una actitud
fundamental, vivida en la cotidianidad de la existencia: en el arreglo
de la casa, en el trabajo de la fábrica, conduciendo, conversando con
amigos. De repente, irrumpe como un relámpago de algo más profundo e
inexplicable. Es el espíritu que se anuncia. Las personas pueden
conscientemente abrirse a lo profundo y lo espiritual. Entonces se
vuelven más centradas, serenas e irradiadoras de paz. Propagan una
extraña vitalidad y entusiasmo porque tienen a Dios dentro de sí. Este
Dios interior es amor, el cual en las palabras de Dante al final de cada
libro de la Divina Comedia "mueve los cielos y las estrellas", y
nuestros propios corazones, añadimos nosotros.
Dicen
investigaciones científicas que esta profundidad espiritual tiene una
base biológica. Estudios realizados al final del siglo XX y dirigidos
por los neurobiólogos Michael Persinger y Ramachandran, por el neurólogo
Wolf Singer y por el neurolinguista Terrence Deacon, además de por
técnicos usando scanners modernos para hacer imágenes cerebrales,
detectaron lo que ellos llamaron «el punto Dios en el cerebro» (God Spot
o God Module).
Personas que en sus vidas han dado un espacio
significativo a lo profundo, a lo espiritual, revelan en los lóbulos
frontales del cerebro una excitación detectable por encima de lo normal.
Estos lóbulos están ligados al sistema límbico, el centro de las
emociones y los valores. Ahí se da una concentración en aquello que
tales científicos llamaron «mente mística» (mystical mind). Tal
estimulación del 'punto Dios' no está ligada a una idea o a algún
pensamiento objetivo. Es activado siempre que la persona se siente
envuelta emotivamente en los contextos globales que confieren sentido a
la vida o cuando, de forma autoimplicada, se refiere a lo Sagrado, a
temas religiosos o directamente a Dios. Se trata de emociones y no de
ideaciones, de factores ligados a experiencias de gran sentido que
implican una percepción del Todo y de algo incondicional.
Estudios
más recientes indican que puede haber de hecho no solamente una sino
mucha regiones del cerebro estimuladas por la experiencia de totalidad y
de sacralidad. Eso indica que el 'punto Dios' puede ser, en realidad,
una 'red de Dios' que comprende zonas normalmente asociadas a emociones
profundas y cargadas de significado. Otros investigadores como Eugene
D'Aquili y Andrew Newberg llamaron a esta realidad, como hemos
mencionado antes, «mente mística».
La
integración de la inteligencia espiritual con las otras formas de
inteligencia ̶ intelectual y emocional ̶ nos abre a una comunión con
todas las cosas y a una actitud de respeto y de reverencia ante todos
los seres, mucho más antiguos que nosotros.
Esta mente mística
pertenece al proceso más general, antropogénico-cosmogénico. Ella
representa una mejora evolutiva de la especie homo. Así como
externamente estamos dotados de sentidos por los cuales aprehendemos la
realidad a través del oído, de la vista, del tacto y del olfato, de
igual manera estaríamos internamente enriquecidos con un órgano mediante
el cual captamos el Misterio del Mundo, nos hacemos sensibles a aquella
Energía poderosa y amorosa que recorre de punta a punta todo el
universo y que subyace a nuestra existencia. Las tradiciones religiosas
la llamaron Dios.
Si ella está en nosotros, y nosotros somos
parte del universo, entonces significa que esta inteligencia espiritual
constituye una propiedad del propio universo. Sólo porque está en el
universo puede estar en nosotros. Por esta razón la filósofa y física
cuántica Danah Zohar y el psiquiatra Ian Marshall afirman que el ser
humano no está solamente dotado de inteligencia intelectual y emocional,
sino también de inteligencia espiritual. Ésta es un dato de la realidad
con el mismo derecho de ciudadanía que la libido, la autoafirmación, la
inteligencia y el amor (QS: inteligência espiritual, Record 2000).
Hoy,
más que antes, se hace urgente dar relieve a la inteligencia espiritual
porque vivimos en una cultura entorpecida por el materialismo y por el
consumismo inducido. El efecto de este modo de ser está bien relatado
por la literatura contemporánea: sentimientos de náusea (Sartre), de
estar-de-sobra (Marcel), de alienación (Marx), de "desamparo-abandono"
(Heidegger), de extranjeros en la propia patria (Camus). En una palabra,
padecemos graves enfermedades de sentido como denunciaron los
psicoanalistas Rollo May y Victor Frankl. Todo esto porque embotamos la
inteligencia espiritual.
La espiritualidad nos ayuda a salir de
esta cultura enferma y agonizante. La integración de la inteligencia
espiritual con las otras formas de inteligencia ̶ intelectual y
emocional ̶ nos abre a una comunión amorosa con todas las cosas y a una
actitud de respeto y de reverencia ante todos los seres, mucho más
antiguos que nosotros. Sólo así, podremos reintegrarnos en el Todo,
sentirnos parte de la comunidad de vida y acogidos como compañeros en la
gran aventura cósmica y planetaria.
Fuente: RevistaFusión
Ningun conocimiento se nos da si no existe en nosotros la voluntad de conocer, ninguna droga nos salva si no queremos ser salvados.
"La experiencia más hermosa que podemos tener es lo misterioso. Es la emoción fundamental de la que
nace todo arte y ciencia verdaderos. Quien no la conozca y ya no pueda sorprenderse ni maravillarse, es
como si estuviera muerto y sus ojos estuvieran cerrados"
"Nada de lo que escuches, sin importar quien lo diga.
Nada de lo que leas, sin importar dónde esté escrito.
Nada debes aceptar, sin previo discernirlo.
Y por ti mismo, deberás decidir su validez o no.
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