Desde que existe recuerdo y testimonio el miedo ha sido uno de los más fieles aliados del poder a lo largo de la historia. Una importante arma de dominación política y control social.
Primero se generan artificialmente escenarios, atmósferas que supongan una amenaza y se intenta que los ciudadanos vivan inmersos en ellas. Luego aparecen ellos con las soluciones. El resto es pura biología. El miedo es una emoción primaria que anida en el cerebro, quebranta la resistencia, genera pánico, impotencia, inseguridad y hasta puede paralizar cualquier tipo de respuesta.
Hace unos días vimos como el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy hacía público el nuevo paquete de medidas que se iban a adoptar contra la crisis. Advirtió que después de este recorte vendría otro y que el próximo año sería aún peor. Dijo que el gobierno no hubiera deseado hacer esto pero que las circunstancias mandaban y que sin duda, estábamos en el buen camino.
Aquello debía de ser una muy buena noticia a juzgar por la respuesta de los diputados del PP que se levantaron de sus asientos y aplaudieron las medidas mientras vitoreaban a su jefe. Era como si nos mirasen a todos por encima del hombro como números de sus balances, como meros instrumentos para conseguir sus fines. Sin un solo gesto de pesar, cuando la realidad es que tras este nuevo plan de ajuste la mayoría de la población será aún más pobre: Sube el IVA, se rebajan las cotizaciones sociales, se reducen prestaciones por desempleo y se retiran prestaciones a trabajadores públicos. Consecuencia para todos, mayor pérdida del poder adquisitivo. Pero también mayor beneficio para las grandes empresas y sobre todo para la banca que sigue siendo la gran beneficiada de toda esta crisis generada por ellos mismos. Rajoy insiste, "no hay otra salida".
Un detalle importante es que para generar estos escenarios de miedo, el poder cuenta con la inestimable ayuda de medios de comunicación -previamente comprados-. Eso unido a la credulidad de muchos hacen que el mensaje se propague. Hasta aquí, un escenario.
Mientras, en la misma ciudad tiene lugar otro con otros actores. Miles de ciudadanos caminan con paso firme por las calles de Madrid. Son los mineros que no pueden ocultar sus rostros cansados después de veinte días de marcha y una huelga indefinida. Todo un ejemplo de dignidad, de lucha, de unidad. Un poderoso imán al que se suman ciudadanos indignados de todas las edades que se echan a la calle en apoyo a los trabajadores del carbón. Ajenos al miedo, a las mentiras, a la manipulación. El pulso está echado. El conflicto social no ha hecho más que empezar. Son los mineros, los funcionarios, los trabajadores de la sanidad pública, de la educación, Stop desahucios, el 15M, los jubilados, los estudiantes, todos salen a la calle para decir ¡basta ya! No más sacrificios, no más esclavitud, máxime cuando los causantes de la situación -como en el caso Bankia- se escabullen con el dinero de sus clientes, sin dar explicaciones y con unas indemnizaciones millonarias.
Hay otras salidas, otras soluciones fuera de los recortes y reformas impuestas. Islandia es un ejemplo. De ser la primera víctima de la crisis financiera se ha convertido en toda una amenaza para toda la zona euro, porque Islandia crece, el desempleo ha bajado y la emigración se ha desacelerado. Pasó del peor escenario posible a otro diseñado por sus propios ciudadanos y están a la vista los resultados.
Hay otros escenarios posibles. Los fabricantes de miedo tienen los días contados. La rebeldía ha surgido dentro del propio sistema para desenmascararles. Los próximos meses prometen.
Fuente: Revista Fusión
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