Investigadores comprobaron que las plantas se utilizan mutuamente como reservas alter-energéticas; el intercambio de energía entre seres vivos podría convertirse en un próximo y fascinante tópico científico.
Desde hace tiempo se maneja
coloquialmente la posibilidad de que una persona pueda extraer energía
de otra. Tal vez te resuenen anécdotas sobre vampirismo ‘bioenergético’,
interacciones en las que alguien toma de otra persona, y generalmente
sin su consentimiento, energía vital. Por otro lado existe un probable
fenómeno en el que una persona, o un grupo, cede voluntaria aunque
inconcientemente su energía a favor de alguien. Esto último, en caso de
realmente existir, podría relacionarse con lo que sucede alrededor de
las celebridades quienes, por ejemplo, en un concierto, reciben una
monumental descarga de energía por parte de sus fans . Posteriormente,
una vez terminada su carrera, caen en severas depresiones o estados
decadentes ante la falta de ese flujo de ingreso. También podríamos
mencionar lo que ocurre con una mujer particularmente linda, a quien
decenas de tipos van nutriendo cotidianamente, cediéndole energía, lo
cual provoca que ella sea cada vez más hermosa –o al menos está es una
de las hipótesis que podrían explicar el singular fenómeno–.
En fin, más allá de especulaciones en
torno a las posibilidades de extracción energética entre seres humanos,
las cuales por cierto forman parte del arco narrativo de múltiples
teorías conspiracionales, un reciente hallazgo científico sugiere que
efectivamente podrían estarse gestando intercambios energéticos entre
personas. Investigadores de la Universidad de Bielefeld, en Alemania,
comprobaron que una planta puede utilizar al resto como fuente
alternativa de energía. El equipo, encabezado por el Dr. Olaf Kruse,
confirmó que un tipo de alga, la Chlamydomonas reinhardtii, no
solo es capaz de operar procesos fotosintéticos, sino que intercambia
energía con otras plantas, aprovechándolas como alternativas de energía.
El descubrimiento fue publicado en el diario Nature Communications, suplemento de la prestigiada publicación científica Nature.
El equipo de Kruse cultivó esta
microscópica alga y observo que, ante la falta de energía, estas plantas
unicelulares podían extraer energía de la celulosa vegetal ubicada
junto a ellas. El alga secreta enzimas que digieren la celulosa,
fragmentándola en pequeños componentes de azúcar que son transportados
al interior de la célula y traducidos en energía. Lo anterior le permite
al alga continuar con su crecimiento. “Esta es la primera vez que se
confirma este tipo de comportamiento en un organismo vegetal. Que el
alga pueda digerir celulosa contradice lo expuesto anteriormente en
cualquier libro de texto. Hasta cierto punto lo que estamos presenciando
es una planta comiendo otra planta.” afirma Kruse.
De acuerdo con una perspectiva un tanto más new agera,
pero que a la vez le da coherencia a diversos fenómenos que apreciamos
de manera cotidiana, este descubrimiento podría desencadenar una
eventual prueba científica de que lo mismo, un intercambio fáctico de
energía, sucede entre el resto de seres vivos, incluidos obviamente los
seres humanos. “Cuando en los próximos años los estudios sobre la
energía sean más avanzados, veremos que esto mismo se traduce en las
personas. El organismo humano es muy similar al de una planta, toma
energía para alimentar estados emocionales, lo cual básicamente puede
nutrir células o incrementar los niveles de cortisol
(hormona esteroidea) y activar un catabolismo celular dependiendo del
detonante emocional.” advierte la Dra. Olivia Bader-Lee, psicóloga
especializada en ‘sanación energética’.
Por ahora solo resta que Kruse y su
equipo continúen con experimentos similares, replicando el proceso pero
con otras plantas, para ampliar el entendimiento sobre como funciona la
transmisión de energía entre seres vivos. Investigación que
eventualmente tendría que incluir a animales y personas.
Más allá de que la posibilidad de un
intercambio energético real entre personas es un tema fértil para la
imaginación desbordada y la confabulación psicótica, lo cierto es que
este descubrimiento bien podría incluirse dentro de una reciente
tendencia dentro de la cual la vanguardia científica comienza a
confirmar la existencia de diversos fenómenos que hasta entonces eran
concebidos, exclusivamente, dentro de una arena relativamente esotérica
–por ejemplo, la existencia de universos paralelos, la transmisión
informativa sin necesidad de coincidir en tiempo/espacio, o la presencia
de facultades psíquicas–.
Supongo que solo me resta compartir que
en lo personal me parece que el intercambio energético de personas,
entre ellas, e incluso respecto a espacios físicos y a otros seres
vivos, es un fenómeno relativamente explícito, que sucede de manera
cotidiana y que define una parte importante de los flujos emocionales,
mentales, y físicos de toda persona. Aunque tampoco descarto que esta
percepción sea solo producto de una auto-sugestión –como cualquier otra
posible verdad dentro de mi vida–.
Fuente: PijamaSurf
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