La meditación, como herramienta de auto-conocimiento, se presenta como un banquete indispensable para reunir la mente, el cuerpo, y el espíritu en un solo banquete.
Te invito a poner toda tu atención en
cualquier cosa que esté sucediendo en éste momento – puede ser a éste
texto, a la sensación de tu respiración, a la sensación de tu cuerpo
apoyado en la silla – tan sólo por sesenta segundos sin distraerte por
el pensamiento discursivo. Suena bastante simple: Solo presta atención…
La verdad, es que vas a encontrar que la tarea es imposible. Aunque la
vida de tu familia dependiera de ello, no podrás concentrarte en una
sola cosa – incluso si ésta es la sensación de un cuchillo en tu cuello –
por más de unos segundos, antes de que tu conciencia se sumerja en un
nuevo flujo de pensamiento. Esta inmersión forzada a una irrealidad es
un problema. De hecho, es el problema del que todos los demás problemas
de la vida humana parecen estar hechos.
La idea no es negar la importancia de
pensar. El pensamiento lingüístico es indispensable para nosotros. Es la
base para la planificación, el aprendizaje explícito, el razonamiento
moral, y muchas otras capacidades que nos hacen humanos. El pensamiento
es la esencia de toda relación social e institución cultural que
tenemos. Es también el fundamento de la ciencia. Pero nuestra
identificación habitual con la línea de pensamiento, es decir, nuestra
incapacidad para reconocer los pensamientos como pensamientos, como
apariencias transitorias de la conciencia, es la fuente primaria de la
confusión y sufrimiento humano.
Nuestra relación con nuestro propio
pensamiento es extraña hasta el punto de ser una paradoja. Cuando vemos a
una persona caminando por la calle hablando consigo misma, por lo
general asumimos que está mentalmente enferma. Pero todos hablamos con
nosotros mismos continuamente, la diferencia es que tenemos el buen
sentido común de mantener la boca cerrada. Nuestras vidas en la
actualidad apenas se pueden vislumbrar a través del velo de nuestra
discursividad: Nos decimos lo que acaba de suceder, lo que casi sucedió,
lo que debería de haber sucedido, y lo que todavía podría suceder. Nos
reiteramos constantemente nuestras esperanzas y temores acerca del
futuro. En lugar de simplemente existir como nosotros mismos, suponemos
que existe una relación con nosotros mismos. Es como si estuviéramos en
una continua conversación con un amigo imaginario dotado de una
paciencia infinita. ¿A quién le estamos hablando?
Mientras que la mayoría de nosotros
vamos por la vida sintiendo que somos el pensador de nuestros
pensamientos y el experimentador de nuestras experiencias, desde el
punto de vista de la ciencia, sabemos que esta es una visión
distorsionada. No hay un yo o un ego discreto al acecho como un
Minotauro en el laberinto del cerebro. No hay ninguna región de la
corteza o vía de procesamiento neural que ocupe una posición
privilegiada con respecto a nuestra personalidad. No hay un “centro de
gravedad narrativa” que sea inmutable. En términos subjetivos, a todos
nosotros, nos termina pareciendo que si lo hay.
Si queremos entender realmente nuestra
mente y superar algunas de las fuentes más peligrosas y duraderas de los
conflictos en nuestro mundo, tenemos que empezar a pensar en todo el
espectro de la experiencia humana en el contexto de la ciencia de la mente,
como se le conoce a la meditación en algunas tradiciones contemplativas
como el Budismo. Antes de emprender en cualquier proceso meditativo, lo
primero que debemos realizar es darnos cuenta de que estamos perdidos
en nuestros propios pensamientos.
La meditación no se basa en una historia
que se tenga que defender ante los argumentos de la ciencia, de hecho,
está fundada sobre la exploración científica de la conciencia, es decir,
se basa en la observación de la mente. Todas las experiencias
transformativas pueden ser verificadas empíricamente a través de la
propia experiencia. En otras palabras, nosotros mismos podemos
comprobarlo ya que nosotros mismos somos los científicos, nosotros
mismos experimentamos con nuestra propia mente. De hecho, podríamos
incluso decir que a través de la formación de la mente, a través de la
práctica de la meditación, se puede observar que en realidad no es
difícil dirigir el pensamiento discursivo.
Lo que surge a través de la práctica de
la meditación es el descubrimiento de que la mente tiene una capacidad
increíble para alcanzar una paz profunda, amor sin límites, o una
compasión sin límites. Ahí es donde podemos encontrar algunas fallas en
el llamado “Nuevo Ateísmo” Simplemente porque no están prestando
suficiente atención a la ciencia de la mente, a través de la cual
podemos establecer, una ciencia alternativa en la que es empíricamente
comprobable que existe una dimensión espiritual en nuestro ser y que se
puede descubrir a través de nuestra propia experiencia.
Fuente: PijamaSurf
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu comentario aquí