Ningun conocimiento se nos da si no existe en nosotros la voluntad de conocer, ninguna droga nos salva si no queremos ser salvados.


"La experiencia más hermosa que podemos tener es lo misterioso. Es la emoción fundamental de la que
nace todo arte y ciencia verdaderos. Quien no la conozca y ya no pueda sorprenderse ni maravillarse, es
como si estuviera muerto y sus ojos estuvieran cerrados"

"Nada de lo que escuches, sin importar quien lo diga.
Nada de lo que leas, sin importar dónde esté escrito.
Nada debes aceptar, sin previo discernirlo.
Y por ti mismo, deberás decidir su validez o no.
¡Investiga!"


jueves, 6 de diciembre de 2012

La encrucijada: Acerca del año 775

El mes pasado, un equipo de 4 investigadores japoneses revelaron en la revista Nature que "en el año 775 se produjo un evento extremadamente energético en el entorno espacial de la Tierra." (Ver "¿Qué ocurrió en la Tierra en el año 775?").

 

Un análisis de los cedros japoneses mostraban un "rápido incremento" en la concentración de radiocarbono para ese año, acompañado de un "agudo pico" en el flujo del isótopo de berilio-10 en el hielo polar, en ese mismo período. Los científicos de Nagoya achacaron la responsabilidad más probable del evento a los rayos cósmicos, y rechazaron categóricamente la posibilidad de una supernova local, así como de una llamarada solar.

Este informe plantea dos preguntas urgentes: ¿qué tipo de evento ocurrió y qué documentos históricos arrojan luz sobre este asunto?

Es preocupante este fuerte rechazo de un erupción de energía solar como posible mecanismo, y parece deberse más a una mentalidad retrógrada que a un análisis crítico. El grupo de Miyake reconoció que una tormenta solar de protones(SPE) con un "espectro de energía extremadamente duro", podría "explicar simultáneamente los resultados de C-14 y Be-10, pero tendría que ser mucho más fuerte que cualquier llamarada observada hasta el momento". Se reconoció que, de hecho, "en las estrellas normales de tipo solar han sido detectadas súper llamaradas" muy grandes y enérgicas; sin embargo, pasaron de largo de la idea debido a su absoluta lealtad al paradigma de un sol perenne sin complicaciones:

«... Se cree que una súper llamarada solar nunca ha ocurrido en nuestro Sol, debido a la ausencia de un registro histórico (como un registro de la aurora y de la extinción masiva causada por la esperada destrucción de la capa de ozono) y de las expectativas teóricas.»
Las expectativas teóricas son, por supuesto, no sólo inmutables, sino que además incluyen las creencias que unas mentes intransigentes mantienen en el terreno emocional. En cuanto a la notoria ausencia de precedentes históricos de extremas tormentas solares, el equipo de Miyake descaradamente optó por restar importancia a la investigación acerca de la ocurrencia en el pasado de este tipo de tormentas: el trabajo de Thomas Gold (1963), George Siscoe (1976), Anthony Peratt (2003 a 2011) y de Paul LaViolette (2011), este último citado incluso en el documento, han presentado una gran cantidad de evidencias geofísicas y arqueológicas que no puede ser simplemente dejadas a un lado.

La bandera roja de que algo no está bien en el análisis de Miyake, es la falta de apoyo histórico para cualquier cosa inusual en el cielo durante los años 774 o 775. Lo mejor que ha podido pasar en los debates de seguimiento fue ver esta entrada en las Crónicas anglosajonas, para 776:

«... los hombres vieron una señal roja de Cristo en los cielos después de la puesta de sol. En ese año los mercios y los habitantes de Kent lucharon en Otford, y unas serpientes extraordinarias fueron vistas en las tierras de los sajones del sur.»

¿Fueron efectos de auroras? El término utilizado para las "serpientes" en Sussex (nædran), sugiere que se trata de las serpientes reales, nada que ver con los rayos de la aurora comúnmente caracterizados en las crónicas medievales como "dragones en el aire", un ejemplo de esto último, es la entrada en  la misma Crónica de 793. Entre tanto, la frase de "Cristes mel" se traduce mejor como "cruz roja de Cristo". Una traducción moderna del texto considera que lo que describe "Es de suponer que algún tipo de aurora boreal", y esto fue sugerido por al menos un estudioso anterior, escrito en Nature en 1870.

Sin duda, la rica fenomenología de auroras polares cuentan de extrañas cruces. Los textos medievales se refieren a casos como "cruces sulfurosas", "crucifijos", y "cruz". Según el médico y astrónomo holandés Cornelius Gemma (1535-1578), una cruz roja y octogonal (crux ... rubicunda, octogona), seguida de una "cruz blanca, admirable en su esplendor" (crux alba, splendoris admirandi), apareció sobre el Helesponto alrededor de las 11 horas del 10 de septiembre de 1569. La coloración roja de la simultánea del cielo y la formación de un arco sobre el horizonte apunta de forma inequívoca al establecimiento de una aurora.

En el caso del año 776, uno no puede estar tan seguro. Si la cruz se materializó casi directamente "después de la puesta del sol", el candidato mucho más probable es la llamada "cruz solar", un fenómeno óptico-meteorológico similar a un halo que se suele ver con más frecuencia cuando el sol está cerca del horizonte. Richard Stothers explica cómo se forma:

«La refracción de los cristales de hielo puede a veces producir una columna de luz blanca elevándose por encima y que se extiende por debajo del sol ... La columna de luz a menudo está acompañada por una barra horizontal que la atraviesa, otro efecto de la reflexión. La combinación de la columna y la barra que la atraviesa produce una cruz de luz, centrada en el sol. Por tanto, toda vez que el halo se vuelve invisible, sólo aparece la cruz de luz.»

Las cruces solares de este tipo se pueden ver de forma bastante regular, sobre todo en las latitudes más altas, si aparecen en rojo, ofrecerían una explicación segura del texto.

Si el Sol hubiese estado bombardeando la tierra con un volumen sin precedentes de plasma en el año 775, sería razonable esperar que los testimonios humanos fuesen mucho más alarmantes que los magros resultados comentados más arriba. Incluso si la cruz reportada en el año 776 hubiera sido de auroras, aún resultaría pálido en comparación con el evento energético sugerido por el análisis de Miyake y su grupo.

Tanto en Europa como en Asia, las crónicas medievales estaban diseminadas con informes de avistamientos de auroras, algunas de ellas parecen haber sido mucho más grandes que la suave cruz descrita tan sucintamente en la Crónica anglosajona. El evento que relata Miyake exige de un fenómeno de descarga de alta densidad de energía de plasma, como el "cuadrupolo"  de Anthony Peratt, modelado por la intensa columna de la aurora, lo cual grabaría en la memoria de aquellas gentes un inconfundible e indeleble "cielo cruzado" glorioso, como posiblemente ya lo hizo mucho antes, a raíz del último período glacial.

A menos que la revisión de los registros chinos, japoneses y de otros, dé rienda suelta a un torrente inesperado de evidencias sobre una revuelta celestial en esos años en cuestión, un minucioso examen de la investigación Miyake está en marcha. ¿Ofrecen las firmas químicas del evento en la madera y la datación del hielo tan alto grado de confianza o puede ser que la cronología estuviese defectuosa? Por otra parte, ¿podría atmósfera de la Tierra haber absorbido tranquilamente las enormes cantidades de carbono y de berilio radiactivo sin ninguna irrupción visible en los cielos?

Sea cual sea el resultado, la forma displicente y brusca manera en la que fue desechada la posibilidad de una súper llamarada solar arroja por la borda la imagen de los científicos; desde Gold a LaViolette, hay sobradas razones para sospechar. Existe una lluvia de nuevas ideas sobre la historia de este planeta y de sus habitantes que se atrevieron a cruzar el umbral de los convencionalismos.

Fuente: Bitnavegante

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