Mientras siga habiendo masacres de focas, seguirá siendo necesario la denuncia de un acto tan cruel, que ni siquiera debería llamarse caza, pues en realidad consiste en la matanza a palazos o con rifles de estos animales indefensos.
Eso sí, un gran número de países prohíben hacerlo, pero otros no, por lo que el problema persistirá hasta que la prohibición se generalice. En su inmensa mayoría, las víctimas son cachorros de focas arpa.
Canadá, Namibia, Noruega y Groenlandia se llevan la palma en número de muertes, con una media anual de alrededor de medio millón de ejemplares, si bien miles de ellas quedan gravemente heridas o mutiladas.
¿Su objetivo? Lógicamente, obtener recursos con los que hacer dinero, especialmente a través de su comercialización peletera. En este sentido, tanto el consumidor como los gobernantes de países que importan estos productos tienen la sartén por el mango a la hora de detener estas terribles matanzas.
Focas arpa, las principales víctimas
Además de la crueldad en sí, algo que impacta a la opinión pública tremendamente, también está en juego la misma supervivencia de las focas arpa, a consecuencia de las cuotas de caza permitidas por los gobiernos.
La medida europea es efectiva desde el 2010, y se suma a otros cierres comerciales, como los llevados a cabo por Estados Unidos o México. Otra medida importante la tomó Rusia en el 2009, con la prohibición de la caza de focas menores de un año de edad.
Aun así, todavía queda mucho camino que recorrer, y cada primavera se repite la mayor matanza de mamíferos marinos del planeta, liderada por Canadá, que acaba con la vida de 300.000 focas en su costa este.
Fuente: EcologíaVerde
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