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Esta
ilustración describe como el supuesto cuerpo astral se va
desligando del físico, auque con una cierta conexión a nivel
psíquico. |
«Tuve mi primera
experiencia fuera del cuerpo a los 18 años. Animado por un montón de
lecturas ocultistas y por las experiencias paranormales que me habían
acompañado desde mi infancia, intenté vivir aquello de
lo que tantos hablaban.
Realicé una larga serie de respiraciones rítmicas y me relajé
completamente, intentando centrar la atención en el vacío. Entonces,
comencé a escuchar una serie de infrasonidos, a oler multitud de
perfumes y a ver numerosas imágenes girando a gran velocidad al fondo de
un túnel, como en un caleidoscopio. Después, noté que algo se movía
dentro de mí, convulsivamente.
Mi siguiente recuerdo es que me sentía flotando cerca del techo.
Miré hacia abajo y vi mi cuerpo tendido en la cama. Un terror
indescriptible se apoderó de mí y regresé al cuerpo físico
instantáneamente, de forma violenta, como si me hubiese tirado desde un
avión sin paracaídas. Me incorporé y, debido al terror inimaginable que
sentía, tuve una reacción completamente absurda: cogí un machete y
lo puse encima de la mesilla... ¡por lo que pudiese pasar! Pasé
el resto de la noche despierto y sobresaltado. No me atreví a intentarlo
de nuevo hasta pasados tres meses. Luego, he comprendido que ese miedo
atroz al que me enfrenté es precisamente la puerta que -una vez
superada-
te da acceso a ese otro piano que muchos llaman astral. Por eso
mismo no creo que sea peligroso hablar de estas experiencias ni dar
técnicas para que cualquiera
lo intente, porque van a tener que enfrentarse antes a esa
barrera del miedo quo disuadirá a quien no esté preparado».
La experiencia que acaban de leer pertenece a Miguel Blanco,
psicólogo y director
y presentador de Espacio en Blanco, el popular y excelente
programa
de radio que se emite actualmente la noche de los viernes en
M-80 Radio
(España). Y, sinceramente, no sé si daría crédito a sus palabras
de no tener un buen puñado de razones para hacerlo: y -por si fuera
poco- yo mismo he experimentado, sin pretenderlo, ese terror abismal que
implica la imposibilidad de controlar el propio cuerpo y la
confrontación con la muerte, aunque sea aparente.
Shelley, Goethe, Dostoievski, Edgar Allan Poe,
Guy de Maupassant, D.H. Lawrence, Aldous Huxley,
Emily Brönte, Walter de la Mare, Jack London, Hemingway,
Shirley McLaine, por no citar más que a unos cuantos
escritores conocidos, se cuentan en la larguísima nómina de quienes han
descrito experiencias similares. Y. junto a ellos, gentes de las más
diversas profesiones y categorías socio-culturales.
Viaje espiritual, proyección astral, desdoblamiento, estado
ecsomático
o experiencia extracorpórea (EEC), son algunos de los nombres
que ha recibido esta singular vivencia en la que la conciencia se
ausenta del cuerpo físico y es sentida como una entidad dotada de
autonomía. Las encuestas realizadas por diversos científicos, como
Hart, Banks, Eisenbud, Green, Tart o
Palmer, parecen indicar que aproximadamente la cuarta
parte de las personas consultadas en países anglófonos aseguran haber
visto alguna vez su cuerpo desde un punto de vista completamente
exterior al mismo.
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Miguel Blanco,
psicólogo, director y presentador de Espacio en Blanco asegura
haber realizado numerosos viajes fuera de su cuerpo.
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Para comenzar, una certidumbre antropológica: la existencia de
un doble sutil del cuerpo físico es una creencia arquetípica, que
encontramos desde la antigüedad en los pueblos más diversos. Es el ka
egipcio, el eidon griego, el nefesh cabalístico, el nafs de barzakh
sufí, el thand taoísta, el lingasharra hindú, el bardo tibetano, el
vardogr noruego, el fetch anglosajón,
el talasch escocés, el doppelgänger alemán... Los modernos
ocultistas
lo han denominado cuerpo astral o sidéreo, debido probablemente a
su naturaleza luminosa, una idea que encontramos ya en Platón,
Aristóteles y los filósofos herméticos.
Para todos ellos forma parte de la anatomía sutil del hombre,
compuesta por otros cuerpos habitualmente imperceptibles y capaces de
actuar en los distintos
planos o niveles de existencia. Lo conciben como una réplica del
cuerpo físico, pero compuesta de una materia más sutil, con una
apariencia resplandeciente y luminosa. Habitualmente imperceptible a los
sentidos físicos, es la sede de los deseos y las pasiones, del placer y
del sufrimiento. Se le supone capaz de separarse de su envoltorio
físico y de viajar sin limitaciones a través del
llamado plano astral, que incluye el mundo cotidiano pero
también otras realidades no visibles.
Tras estudiar las creencias de 70 culturas no-occidentales, el profesor Dean Sheils,
de la Universidad de Wisconsin, ha encontrado relatos similares a las
EEC
(experiencias extracorpóreas) en el 95 por ciento de las mismas.
En muchas de ellas se cree que los dobles de algunas personas se
entregan en ocasiones a misteriosas tareas, especialmente durante el
sueño, considerando que resulta peligroso despertar bruscamente a
alguien, por miedo a que su doble tenga problemas para reincorporarse a
este mundo.
Basándose en las descripciones de numerosos testigos, el doctor Hereward Carrington,
uno de los que mejor estudió este fenómeno en los años veinte, supuso
que este doble astral estaba compuesto de millones de pequeños focos de
energía psíquica encargados de vitalizar cada célula. Y calculó la
densidad del mismo en aproximadamente una millonésima parte del cuerpo
físico, por
lo que flota fácilmente dentro de la atmósfera física cuando es
liberado de su atadura. A ello se debería la inmediata elevación del
mismo descrita por Miguel Blanco y por tantos otros proyectores.
Exteriorización
De La Conciencia
Aunque hay numerosas
variantes entre los cientos de casos examinados, existen una serie de
características comunes entre la mayoría de los mismos:
Las EEC involuntarias parecen producirse en las más variadas
circunstancias, especialmente a raíz de un accidente, operación,
enfermedad, shock, crisis, situación-límite o estado de agotamiento,
pero también en el curso de las actividades cotidianas, desde los
trabajos físicos hasta la conducción de un automóvil, que no dejan de
realizar mientras se observan durante algunos segundos desde fuera de su
cuerpo. Existen además muchas personas que aseguran practicarlas
conscientemente, tras un cierto entrenamiento. Aunque con relativa
frecuencia se producen durante estados de somnolencia, los testigos no
suelen tener una sensación similar a la de estar soñando, y describen su
EEC como algo muy vivido y real.
Cuando, en 1961, el Instituto de Investigación Psicofísica de
Oxford solicitó relatos de primera mano sobre EECs a través de la prensa
y de la radio, recibió unos 400 testimonios de
lo más variado. Celia Green, especialista en física
teórica, los ha estudiado, destacando que algunas de sus características
difieren notablemente de las observadas en los sueños lúcidos y
clasificándolas en dos categorías:
parasomáticas, en las que el sujeto se siente ubicado en ese doble luminoso, y las
asomáticas, en las que se experimenta a sí mismo como una
conciencia completamente desencarnada. Mientras ella encontró que estas
últimas son las más frecuentes, la mayoría de las EEC que me han
descrito están asociadas con el doble y es en éstas en las que
centraremos nuestra atención.
El relato que hace años hizo L.M.T. (son las iniciales
de su
nombre verdadero), un alto ejecutivo español de una importante
multinacional americana, de unos 50 años, ilustra la idea de que ambos
tipos de experiencias, aunque distintas, no son excluyentes: «Estaba
sentado en mi despacho, particularmente contento y relajado, ojeando
unos informes. De pronto, tuve conciencia de que
veía a mi cuerpo realizando esa operación desde medio metro por
encima de mi cabeza, con una visión panorámica de todo mi despacho. Duró
algunos segundos yo no tengo la más
mínima duda de que se trataba de una experiencia objetiva.
Pasada la primera impresión y debido a mi formación técnica, lo
primero que se me ocurrió fue subirme al
sillón y comprobar que lo que había observado se correspondía
exactamente con la realidad, sólo que ahora necesitaba mover la cabeza
en varias direcciones y fijar repetidamente mi atención para obtener una
percepción similar, aunque no tan nítida, a la que obtuve durante la
exteriorización de mi conciencia. Si otra persona me hubiera descrito
esa experiencia, yo no habría dudado de que se trataba de una
alucinación, pero hoy sé que es una realidad comparada con la cual
nuestra vida cotidiana tiene el sabor de algo ilusorio Fue sólo entonces
cuando comenzó
mi interés por lo psíquico o lo oculto, en busca de una
respuesta válida para
lo que había vivido y para tantas preguntas que bullían en
mi cabeza, e intentando repetir aquella experiencia.
Tras años de estudios, de contactos y de prácticas he
comprendido que el cuerpo físico, como su doble luminoso, no son sino
algunos de los medios de los que se sirve para manifestarse en los
distintos niveles de realidad esa conciencia Aura,
llámala espíritu si quieres, ajena a cualquier tipo de
limitaciones». En ello coincide con otro proyector experimentado, el
terapeuta
Lorenzo García Carpintero: «El cuerpo astral es una muleta más, como
lo es el físico. Cuando mueres, esas capas van cayendo y queda el núcleo de la conciencia».
«Sentí
Que Flotaba Por El Espacio»
Tanto la
exteriorización de la conciencia como la del doble se encuentran
descritas con una frecuencia abrumadora en las experiencias cercanas a
la muerte. En su novela
Adiós a las armas, Ernest Hemingway se hace eco
de lo que él mismo vivió cuando, en la noche del 8 de Julio de 1918,
mientras prestaba sus servicios como camillero en el frente italiano, la
metralla de una
bomba austriaca taladró sus piernas. «Sentí que el alma, o lo
que fuera, salía de mi cuerpo como se
saca un pañuelo de seda de un bolsillo, tirando de la punta
-explicó después-. Flotó durante un tiempo, hasta que regresó y entró
nuevamente. Entonces, dejé de estar muerto».
Buena muestra de que estas vivencias no obedecen a un
pre-condicionamiento cultural es el relato de dos accidentes mortales
sufridos por
Luis González Alegre, soldador de 62 años, residente en
Alcorcón: «La
primera vez fue mientras trabajaba en unos laboratorios
madrileños, en 1957. Caí de cabeza, desde tres metros de altura.
Y escuché cómo decían que estaba muerto, mientras veía mi cuerpo
inmóvil y sentía que
daba vueltas en el espacio. ¡Qué a gusto me encontraba, qué
suavidad, qué delicia! Vi cómo
llegaba un coche y nada más meter mi cuerpo en el mismo, volví a
la vida, pese a que me encontraba en el espacio. Llamaba a la Virgen de
la Soledad, aunque nunca voy a
misa. Todo mi
afán era volver a mi cuerpo, levantarme, y lo conseguí...
En 1976, estaba trabajando en la construcción de una central
telefónica, en Argelia, a seis metros de altura, sentado en un tablón
que se partió, y
caí de espaldas, desnucándome. Me sucedió lo mismo: me veía
tirado en el suelo y cómo movían mi cuerpo. Ví que se acercaba un médico
argelino que tocaba el cuerpo y comentaba que estaba muerto. Me
metieron en una ambulancia y yo seguía viéndome desde fuera. A mitad de
camino volví en mí, empecé a sangrar y oí que mis dos compañeros le
decían al conductor ¡corra más, que está vivo!».
Don Luis no tiene ninguna conciencia de haberse visto desde un
segundo cuerpo. Aunque reconoce que años después de los accidentes
comenzó a sentir, en numerosas ocasiones,
cuando se encontraba en la frontera del sueño, una sensación
angustiosa: «Trato de volver en mí pero no puedo, y tengo que hacer un
esfuerzo tremendo para conseguirlo. No puedo moverme, ni hablar, aunque
me doy cuenta de todo. Es como si estuviese a punto de morir».
Así
Se Abandona El Cuerpo
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El paparpsicólogo
catalán Jaume Bordás afirma que el viaje extracorporal no es sólo
una proyección psíquica, sino una salida real del cuerpo.
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Esa sensación terrible
de parálisis es considerada por muchos proyectores el paso previo de una
EEC, cuyo inicio me sintetiza así el parapsicólogo catalán
Jaume Bordás, que cuenta con una dilatada práctica:
«Normalmente notas un pitido, una sensación de rigidez o catalepsia, un
taponazo y luego una elevación, aunque otras veces
lo sientes fuera del cuerpo sin que sepas cómo ha sido». Algunos
escuchan un chasquido y otros describen una sensación de cosquilleo en
la cabeza o un dolor en el pecho, así como un hormigueo, entumecimiento o
vibración progresiva que, comenzando por los pies, va ascendiendo hasta
la cabeza.
Pese a que la mayoría no recuerda la forma en que abandonaron su
cuerpo, los
habituales suelen coincidir con las zonas que nos señala Jaume:
«La salida por la frente es la menos brusca, con una sensación de
balanceo y de elevación; a veces
lo haces por la coronilla y otras por el plexo solar, lo que
suele resultar más
incómodo». Unos pocos creen haberse exteriorizado por el
estómago o por los pies.
Muchos sienten que se elevan, tras salir del cuerpo con un
movimiento de rotación, mientras algunos describen, por el contrario,
una sensación de caída. Frecuentemente, al abandonar el cuerpo físico
experimentan una confusión o pérdida de la conciencia, que algunos
describen como una sensación de oscuridad o la entrada en un largo
túnel. Suelen adoptar una posición vertical, a partir de la
horizontalidad inicial. La mayoría observa su cuerpo físico tendido en
el lugar donde se encontraba, desde un punto espacial exterior, en tanto
todas sus sensaciones se han transferido al doble.
«Es esa contemplación del propio cuerpo como un cadáver
-explica la terapeuta madrileña Alicia Rubio, quien
recuerda haber experimentado desdoblamientos muy tranquilos desde su
infancia- la que aterroriza a algunas personas con las que he hablado y
les hace volver al cuerpo». En efecto, la mayoría no comprende
lo que sucede y les invade la angustia y el terror de que no
podrán reintegrarse al cuerpo,
lo que les hace regresar bruscamente al mismo, en tanto otros
experimentan un sentimiento de paz o de euforia.
Ajenos a la gravedad y a las limitaciones espacio-temporales, se
sienten libres de todo peso y atadura. Pueden flotar en torno al cuerpo
físico, o bien viajar -con el motor del deseo- hasta grandes
distancias. Varía mucho su velocidad de desplazamiento. Generalmente
pueden atravesar los objetos
físicos. Su percepción parece agudizarse. «En ese plano -matiza
Alicia- eres más sensible y ves algunas cosas con mayor nitidez y
colorido». A veces han descrito determinadas situaciones observadas
mediante su doble, que no podrían conocer por ningún medio ordinario y
cuya autenticidad se pudo confirmar posteriormente. En ocasiones
aseguran haberse encontrado con los dobles de otras personas vivas o de
miembros fallecidos de sus familias; éstos últimos son considerados por
algunos como espíritus-guías que acuden en su ayuda.
El
Retorno
La duración de las EECs
parece ser muy variable. «Debido a la alteración del sentido ordinario
del tiempo y del espacio que se produce en ese estado
es fácil creer que ha pasado poco tiempo mientras que realmente
ha transcurrido muchísimo, y viceversa».
Para la mayoría, el momento más penoso de la EEC es el regreso a
su cuerpo físico, aunque muchos
lo realizan con total suavidad. Generalmente tras su primera
experiencia, suelen preguntarse qué les sucedió realmente. Aunque
algunas personas quedan atemorizadas por la misma, otras muchas la
recuerdan con agrado, ya que suele acompañarla un estado de extrema
felicidad y gozo, así como sensaciones excitantes y maravillosas, por
lo que muchos intentan inducirla nuevamente.
Insólitas
Actividades Del Doble
Mientras algunos
proyectores
habituales están absolutamente convencidos de prestar ayuda o
sanación espiritual a personas que incluso no conocen, valiéndose de su
doble, otros describen cómo se enamoraron o hicieron amigos en el astral
de personas a quienes luego conocerían en el
plano físico. Las tres grandes estrellas del desdoblamiento a
comienzos de siglo,
Muldoon, Fox e Yram, nos cuentan sus encuentros extracorporales con quienes luego serían sus novias.
La propia Alicia Rubio explica cómo reconoció en su cuerpo
físico a alguien que ya había encontrado astralmente: a raíz de un
anuncio para entrar en contacto con personas interesadas en Castaneda
-quien en sus libros describe fabulosas experiencias vividas por
su doble- conoció a
José Luis García Morán, quien también confirmó haberla encontrado durante sus desdoblamientos.
Algunas personas que realizaron viajes astrales recuerdan
vivencias beatíficas en regiones luminosas de inconcebible
belleza, y otros experiencias terroríficas en zonas de gran
oscuridad, comparables a las regiones celestes y a los abismos
infernales, si bien estas descripciones no son muy frecuentes. Una
administrativa barcelonesa,
Rosa Maria Escip, vivió una de estas experiencias
durante un desdoblamiento experimental. Tras sentirse levitar y ver su
cuerpo desde arriba, se sintió arrastrada por un vórtice por el cual
caía, enfrentándose luego a un perro negro que la perseguía, regresando a
su cuerpo de forma violenta. Bordás señala la similitud de esa
visión con el famoso Cancerbero o guardián del Averno, del que hablan
algunas tradiciones, estimando que bien puede tratarse de una imagen
arquetípica propia del Inconsciente Colectivo que aparece dotada de vida
en ciertos estados de conciencia.
En Busca Del «Factor Theta»
Desde el siglo XIX,
cuando comenzó el interés por los fenómenos psíquicos observados durante
los trances provocados mediante el magnetismo por los mesmeristas, las
experiencias que recibieron el nombre de clarividencia sonambúlica,
similares a las descritas durante las EECs, atrajeron el interés de
numerosos investigadores, como el
marqués de Puységur, el psiquiatra Pierre Janet, el coronel de
Rochas, Durville, Baraduco Lancelin, que
idearon toda clase de experimentos relacionados con el doble. Myers y
Gurney, pioneros de la parapsicología,
estaban convencidos de que las EEC podían ser la clave que
permitía entender muchos fenómenos Psi, interpretándolas como la
evidencia de que algunas personas son capaces de actuar más
allá de sus limitaciones corporales. Junto al escéptico F. Podmore compilaron numerosos informes sobre apariciones de personas vivas.
Aunque Gurney las interpretaría luego como alucinaciones
telepáticas, la exteriorización de una imagen captada
extrasensorialmente por parte de quien la percibe, otros investigadores
psíquicos continuaron sosteniendo la teoría de un doble compuesto por
una misteriosa energía que era capaz de desplazarse y comunicarse. La
creencia en él mismo, definitivamente apoyada por las ideas espiritistas
y teosofistas, animó a otros, como
Oliver Fox, Forham Yram, Muldoon, Carrington y el propio
Lancelin a escribir verdaderos tratados sobre el
desdoblamiento, que han animado a miles de personas a intentar realizar
sus propias EEC.
Pero la verdadera investigación científica de las mismas no se inicia hasta los años sesenta. El pionero fue
Charles Tart, profesor de psicología de la Universidad
de Davis (California) y hoy reconocido como una autoridad mundial en los
estados alterados de conciencia. Trabajando con dos proyectores
asiduos, la
señorita Z y el ingeniero y hombre de negocios Robert Monroe,
intentó descubrir las constantes electroencefalográficas que
correspondían a cada fase de su experiencia, comprobando que, durante la
EEC, sus cerebros desarrollaban una actividad eléctrica que no
podía ser ubicada en los estados vigílicos ni en los propios del
sueño, y que los sujetos eran capaces de describir
lo que ocurría en otra habitación mientras ellos descansaban en
una cama.
En 1967 tuvo lugar un polémico proceso para decidir a quién
correspondía una pequeña fortuna que, según el testamento del minero
James Kidd, debía dedicarse a investigaciones
científicas dirigidas a la demostración de la existencia de un alma o
algo que abandona el cuerpo tras la muerte. El Tribunal Supremo de
Arizona decidió entregarla a la
Sociedad Americana de Investigaciones Psíquicas (ASPR), que cedió parte de la misma a la
Fundación de Investigación Psíquica (PRF) de Durham.
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El psíquico Ingo
Swann fue capaz de dibujar objetos situados encima de su cabeza
desde una perspectiva extracorpórea.
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La herencia se dedicó a investigaciones que tenían por objeto
demostrar la existencia de algo que fuese capaz de exteriorizarse del
cuerpo físico y a
lo que denominaron «Factor Theta», entendiendo por tal «los aspectos de la personalidad capaces de sobrevivir». El doctor
Osisi, director de investigaciones de la ASPR, comenzó a trabajar en un programa experimental, eligiendo como su primer sujeto a
Ingo Swann, pintor y ex-funcionario de la ONU, que había
experimentado multitud de EEC desde su infancia y que obtuvo asombrosos
resultados en varios laboratorios parapsicológicos.
Sentado y cubierta su cabeza por los cables del
electroencefalógrafo, Swann fue capaz de dibujar la mayoría de los
objetos que se ocultaban en cada sesión sobre una plataforma cercana al
techo, a unos
tres metros de altura. Incluso los que aseguró no poder ver,
debido a su posición o a las sombras que los ocultaban, parecían indicar
que los captaba desde una perspectiva extracorpórea y no mediante
percepción extrasensorial. Cuando se entregaron la totalidad de los
objetos y los dibujos a una psicóloga que
lo ignoraba todo sobre el experimento, ésta emparejó cada uno de
ellos con el dibujo que Swann había realizado del mismo, habiendo sólo
una probabilidad entre 40.000 de que aquel resultado se debiese al azar.
Efectos Físicos
En la PRF, el doctor Robert Morris trabajó con otro proyector experimentado, el estudiante
Stuart Blue Harary. Tras un experimento fallido, se le
pidió que se proyectase a un edificio contiguo
e informase sobre la identidad y posición de una serie de
detectores humanos a los que se eligió y distribuyó al azar, pidiéndoles
que prestasen atención a posibles signos de una visita extracorporal.
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El profesor Alex
Tanous se sometió a numerosos experimentos de desdoblamiento
corporal.
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Al comienzo obtuvo buenos resultados, pero éstos no tardaron en
decaer, aunque algunos detectores aseguraron haber observado destellos
luminosos
e incluso una aparición durante el tiempo en que Harary
aseguraba haber visitado aquel edificio. Mejor resultado se obtuvo
cuando trabajó con un gatito elegido por el propio Harary. Se le
introdujo en una jaula enorme, cuyo suelo estaba dividido en 24
cuadrículas idénticas, a fin de poder mover los desplazamientos del
felino. Este se movía y maullaba contínuamente, intentando salir de
allí, tranquilizándose tan sólo durante los períodos en los que
Harary intentaba desdoblarse, a 800 metros de distancia, como si hubiese
detectado la invisible presencia de su dueño.
Con el objeto de intentar detectar posibles efectos físicos
durante las EEC, Osisi realizó un complejo experimento en la ASPR,
utilizando como sujeto al notable psíquico y profesor universitario
Alex Tanous. En una habitación situada en el extremo
opuesto del edificio donde se encontraba éste, un dispositivo aleatorio
hacía que uno de cinco dibujos posibles fuese proyectado sobre uno de
los cuatro cuadrantes de diferentes colores de una pantalla circular,
que se hacía girar para que cada color pudiese adoptar cuatro posiciones
diferentes. Sólo
podía verse correctamente lo que sucedía en el dispositivo desde
una cámara aislada, situada frente al mismo y cuyos sensores permitían
detectar cualquier vibración. Tanous acertó 114 de las 197 pruebas
realizadas, detectándose en tales ocasiones un nivel de actividad
superior al observado durante las 83 pruebas que falló.
Significativamente, tanto Harary como Tanous habían advertido cuándo las
luces de la sala de detección estaban encendidas, ya que en
ambos casos la excesiva iluminación les resultaba un obstáculo.
¿De Qué Se Trata?
Se han realizado
algunos otros experimentos de laboratorio sobre las EEC. Pero ninguno de
ellos ha logrado demostrar la existencia de un vehículo de la
conciencia como entidad independiente del cuerpo. Los escépticos
aseguran que se trata de alucinaciones autoscópicas, disparadas por el
impulso religioso, como un mecanismo compensatorio del materialismo
contemporáneo y de la terrible certeza de la propia muerte. Sin
llegar tan lejos, algunos parapsicólogos han propuesto una serie
de explicaciones alternativas para los fenómenos Psi comprobables
asociados a las mismas, como es la percepción extrasensorial (PES) o
visión remota y la psicokinesia o acción del psiquismo sobre la materia.
Por
lo demás, las autofanías podrían interpretarse como
alucinaciones premonitorias, los vardogr y otras apariciones como
alucinaciones telepáticas.
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El hipnólogo catalán
Ricard Bru, consigue mediante inducción hipnótica que muchas personas
tengan experiencias extracorpóreas.
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El hipnólogo y parapsicólogo catalán Ricard G. Bru, que
ha dirigido numerosas EEC, sirviéndose de la hipnosis y de una mezcla de
esencias Auras de orquídea y bergamota, estima que más que del viaje de
un doble probablemente se trata de «proyecciones
psíquicas» en las que «la mente potencia su nivel parapsíquico
de percepción».
Bordás se muestra en completo desacuerdo con semejantes
explicaciones. «Quienes las sostienen -comenta- no se han desdoblado; si
lo hubiesen hecho comprenderían que se trata de una verdadera
experiencia fuera del cuerpo, en la que se conserva la individualidad».
La inmensa mayoría de los proyectores asiduos coinciden con él. En
cambio, Harary admite que «la sensación de que uno está realmente
separado del cuerpo es muy fuerte», pero no está convencido de que sea
real y cree que «hemos ido demasiado lejos, aceptando algo que en
realidad desconocemos, no entendemos bien y sólo podemos describir en
términos subjetivos y posiblemente un tanto engañosos».
Scott Rogo estima que los numerosos relatos de EEC pueden
describir distintos fenómenos, según la forma en que el sujeto se
percibe a sí mismo: como un «cuerpo» similar al físico, en otro tipo de
vehículo ultrafísico como una esfera luminosa o una bruma, y como
conciencia Aura desprovista de vehículo formal. Ciertos practicantes
experimentados coinciden con él y amplían la gama de posibilidades que
la conciencia tiene de exteriorizarse y experimentar éste y otros
planos de existencia. Y algunos especialistas han comenzado a
desarrollar a intentar testar modelos teóricos sobre la naturaleza y
funcionalidad de una suerte de campo electrodinámico interpenetrado con
el cuerpo, pero esa es otra larga historia.
Si un día la alianza científicotecnológica lograse demostrar la
existencia del doble sin dejar lugar a
dudas, eso significaría -seguramente una revolución sin
precedentes. Entretanto, cada vez más mentes abiertas reconocerán que la
creencia en el doble tiene un matiz especialmente interesante: es una
de las escasas creencias que cualquiera puede intentar experimentar por
sí mismo antes
de juzgarla.
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