Así, se contemplan los perfiles de las
islas Maldivas, que no se cartografiarían hasta 1592, o marca el
nacimiento del rio Amazonas en los Andes, a los que no se llegaría hasta
1533. En una inscripción situada a la altura del Caribe, hay algo
más: ”Estas costas reciben el nombre de playas de las Antillas. Fueron
descubiertas en el año 890 del calendario árabe, y se cuenta que un
genovés infiel, de nombre Qulünbü, fue quien halló estos lugares”.
El genovés infiel es Colón. Y la fecha, en
calendario cristiano, 1485… Esta es una de las tantas pruebas que
esgrimen los defensores de la teoría según la cual la expedición a
América era todo menos un viaje a lo desconocido, pues existen otros
mapas en los que se habría apoyado Cristóbal Colón para emprender su
aventura. 1485 es, además, un año “oscuro” en la biografía del
almirante, pues nada se sabe de él desde que abandona, despechado, la
Corte portuguesa en 1484 hasta que reaparece en la de los Reyes
Católicos en 1486. ¿Habría realizado un primer intento durante ese año
para confirmar los secretos de los que eran guardianes unos cuantos
afortunados?
Volvamos al mapa de Piri Reis. Además de
por estos datos que ayudarían a aclarar enormemente, si se quisiera, los
entresijos de la conquista de América (refiriéndonos siempre al
academicismo oficial, porque el resto de investigadores ya lo tiene
bastante claro), hay otro misterio que también se las trae. Y es que el
turco plasmó en su carta náutica los contornos de la costa antártica.
Se trataría de la región conocida como de la Reina Maud, la cual no fue navegada hasta el siglo XVIII. En 1960, el investigador Charles Hapgood logró contar con el apoyo del Escuadrón de Reconocimiento Técnico de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, encargado de la cartografía militar norteamericana, para comprobar la precisión del mapa. Las conclusiones del teniente coronel Harold Z. Ohlmeyer fueron un tanto inquietantes: la costa antártica que representaba el mapa no sólo era precisa, sino que tuvo que ser cartografiada, por necesidad, antes de que fuera cubierta por la capa de hielo de 1 km de grosor que la sepulta. Cualquier geólogo nos dirá que la última vez que la costa de la Reina Maud estuvo libre de hielos fue hace ¡6000 años! Y dejaría margen hasta el 10500 a.C. apróximadamente, época en la que llega a su fin la última glaciación de nuestro planeta. Unos cuantos siglos antes de que, “oficialmente”, aparecieran las primeras civilizaciones conocidas. Los libros de texto nos dicen que, en aquella época, debíamos estar intentando salir de las cavernas.
Para acompañar al mapa de Piri Reis, encontramos otras cartografías inquietantes de la Antártida en los mapas de Mercator, de 1595, y de Buache, de 1754. En éste último, para colmo, aparece el continente polar dividido en dos plataformas, islas, sólo apreciables de dos maneras: sin la capa de hielo de varios kilómetros que cubre el continente o mediante los estudios sísmicos por los cuales las conocemos nosotros.
Mapa de Mercator
El Almirante Piri dejó redactado que su
carta náutica era el resultado de copiar otros mapas antiguos a los que
había tenido acceso en la Biblioteca Imperial de Constantinopla. Según
el profesor Hapgood, muchos de los mapas custodiados en el siglo XVI
habían llegado allí gracias a marineros fenicios. Durante la Tercera
Cruzada, los venecianos asaltaron Alejandría y muchos de los marineros
de ese puerto italiano comenzaron a manejar mapas de precisión justo a
partir del año 1204.
En todos los casos, los mapas que sirvieron
de modelo apuntan a la época de Alejandro Magno. La pregunta es, ¿de
dónde fueron copiados, a su vez, aquellos papiros que parecían heredar
los conocimientos de una época remótamente más antigua, cuando aún
persistía el deshielo polar?
Mapa de Buache
La respuesta de los doctos e ilustres
garantes de nuestro ingente saber es que todos estos documentos son, o
bien falsos,o bien simples casualidades. Al fin y al cabo, una broma de
algún graciosillo que ha convencido a unos cuantos chiflados. Una
respuesta propia del rigor que exige la ciencia. Y es que, a saber qué
habría sido de nosotros de no haber ardido la Biblioteca de Alejandría.
Para terminar, apuntaremos que algunos
investigadores, como el científico espacial y colaborador de la NASA
Maurice Chatelain, se han atrevido a afirmar, sin ruborizarse (al igual
que tampoco se ruborizan los que hablan de casualidades, todo sea
dicho), que el dibujo de la costa sudamericana y de la franja de la
Reina Maud mostrado por el Piri Reis, donde aparecen unidos ambos
continentes, se corresponde con la visión que tendría un observador
situado a gran altura sobre la vertical de Egipto, en concreto a 4300
km. Ahí es nada…
– Éste artículo recoje los estudios de Javier Sierra plasmados en su libro La ruta prohibida y otros enigmas de la Historia (2007)–Para saber más:
Los primeros mapas de la Antártida, 1996, artículo de Javier Sierra para la revista “Más Allá”.
Versiones contrarias a aceptar el mapa de Piri Reis:
The Piri Reis Map, by Steven Dutch, Natural and Applied Sciences, University of Wisconsin
Fuente: Erraticario
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