El mundo como lo conocemos está llegando a su fin. Años más, años menos, si hay algo que está claro para todos es que la nave en la que está embarcada la humanidad, está haciendo agua por todos lados, está llena de agujeros e irremediablemente se hundirá más pronto que tarde. Este barco va a hundirse porque no soporta el peso de las armas, del oro, de los automóviles; ni de las desigualdades y las injusticias con las que está construido. Pero hay una oportunidad.
La organización de la sociedad actual
La sociedad
en la que vivimos ha sido ideada y organizada por y para quienes tienen
dinero y poder. Prácticamente todo lo que nos rodea, más allá de la
idea original que le dio cuerpo, ha pasado luego por el tamiz
mercantilista. Casi todo fue, antes de llegar a nuestras manos,
convertido en un producto que ofreciera la mayor ganancia posible a
quién lo fabricó, como principal objetivo.
Para lograr la mayor ganancia posible, seguramente se bajó el costo en
los materiales utilizados para hacerlo, se pagó lo mínimo posible a los
empleados que participaron en su producción, extendiendo al máximo su
jornada laboral. También en muchos casos se disminuyó su durabilidad,
para que tengamos que reemplazarlo comprando otro en menos tiempo y por
su puesto se contrataron profesionales para convertirlo estéticamente en
un producto agradable a nuestro gusto y más aún, se invirtió mucho
dinero en generarnos el deseo de tenerlo.
La colonización de nuestra mente
Para que todas las personas que vivimos en esta sociedad
que ha globalizado el consumismo, seamos útiles, obedientes y
transitemos nuestras vidas tratando de cumplir los deseos que nos
inculcan desde chicos que tenemos que tener, para que tengamos al dinero
y lo que con él puede comprarse, como un objetivo primordial en
nuestras vidas, nuestra mente es colonizada desde muy temprana edad.
Generación tras generación, la colonización de la mente de los niños se
vuelve más simple, ya que se cuenta para ese trabajo con el apoyo de
todos los adultos cuyas mentes se encuentran ya pobladas de ideas,
deseos y miedos inculcados. Padres y maestros nos convertimos así en
cómplices del sistema, manteniéndolo vivo una generación más, y otra y
otra. Convirtiendo a nuestros hijos en futuros engranajes que puedan
adaptarse lo mejor posible para quedarnos tranquilos y ahuyentar
nuestros miedos a que sean diferentes, “inadaptados”.
El manejo de nuestra psicología se realiza esencialmente a través de dos
puntos clave, generarnos deseos (de consumir cosas o servicios) e
infundirnos miedos (a crisis económicas, políticas, invasiones, guerras, soledad, desamparo, etc.). Nuestra mente es inundada de todo eso día a día.
Vivimos atrapados entre los miedos y los deseos, que ni siquiera son los
verdaderos, los surgidos desde nuestro interior, desde nuestro Ser,
sino los que nos hacen llegar desde el exterior y los convertimos en
propios. En todas las decisiones que tomamos, esos miedos y deseos
inculcados, juegan un papel fundamental.
Creemos que somos nosotros quienes estamos eligiendo libremente, porque
esa es la ilusión que nos crean. Pero elegimos lo que la sociedad
y la publicidad nos dicen que tenemos que usar para ser aceptados, lo
que nos dice que nos tiene que gustar, lo que nos dice tenemos que
comprar para ser felices. Porque en realidad, generalmente ni siquiera
sabemos qué es lo que queremos, lo que realmente a nosotros nos
gustaría.
Pocos saben lo que quieren, y muchos menos pueden elegir hacerlo y
dedicar su tiempo a eso que realmente les gustaría hacer y que a su vez
les permita obtener los ingresos económicos suficientes como para cubrir
sus necesidades. Porque así está armado todo, para que vayan muriendo
dentro nuestro los ideales, para que nuestros verdaderos deseos,
nuestras ilusiones, choquen una y otra vez con la realidad y poco a poco
vayamos dejándolos de lado, suplantándolos, olvidándolos, hasta
odiándolos. Para que seamos un engranaje dentro de una máquina, de un
sistema. Sin cuestionamientos, sin sueños ni deseos propios, llenos de
miedos. Para que ni nos animemos a mirar que es lo que realmente somos,
que es lo que nosotros deseamos. Para que si no podemos “adaptarnos” a
las reglas de ese sistema, sintamos que hay algo mal adentro nuestro,
que somos nosotros los equivocados.
El miedo nos convierte en seres individualistas, egoístas. Nos hace
mezquinos, poco solidarios. Y esos deseos implantados, sólo nos provocan
sufrimiento. Porque esos deseos pasan por tres estados. No poder
satisfacerlos, el miedo a perder lo que logramos tener las pocas veces
que los cumplimos y haberlos perdido.
Este barco se hundirá, sólo nos queda construir uno nuevo
El mundo
como lo conocemos está llegando a su fin. Años más, años menos, si hay
algo que está claro para todos es que la nave en la que está embarcada
la humanidad, está haciendo agua por todos lados, está llena de agujeros e irremediablemente se hundirá más pronto que tarde.
Toda posible solución que provenga de las mismas personas que resultan
beneficiadas por este sistema, será indefectiblemente un parche para
mantener a flote un tiempo mas el barco, para estirar y acrecentar aun
más su bienestar. Por lo que la única solución sustentable, la única
posibilidad que tenemos de un verdadero cambio, deberá surgir de
nosotros.
Teniendo claras estas dos cuestiones, nos queda ponernos a pensar si
realmente podemos hacer algo al respecto, o simplemente es una ilusión
más. Le decisión a tomar sobre eso está en cada uno, es personal. Pero
hoy se encuentra totalmente influenciada por los miedos y los deseos que
se nos han inculcado desde pequeños. No somos verdaderamente libres de
decidir, porque no somos verdaderamente libres de pensar. Nuestra mente
está atada por hilos invisibles que no le permiten levantar vuelo más
allá de la longitud de esos hilos.
Liberar nuestra mente, cortar esos hilos, es la única forma de poder
decidir libremente. Pero nos encontramos con el problema de que son
invisibles. No podemos simplemente buscarlos y cortarlos, porque no los
vemos. Así como en el amor, en el verdadero amor tal como fuera
descripto por Platón, lo que nos une a lo que amamos son hilos
imperceptibles para los cinco sentidos, para encontrarlos, tenemos que
sentirlos.
La sociedad en la que vivimos, como la conocemos, seguirá así hasta su
autodestrucción, este barco se hundirá indefectiblemente porque ha
chocado contra las leyes de la naturaleza, las que no pueden modificarse
ni anularse en los congresos, ni en los despachos presidenciales, ni en
los cónclaves del poder económico.
Aunque hay una oportunidad, que es crear otra nave. Refundar la humanidad
sobre estructuras nuevas, totalmente diferentes. Pero para hacerlo
deberemos cambiar cada uno de nosotros, debemos ser capaces de cortar
esos hilos, rediseñar las estructuras que nos enseñaron, no regirnos por
las formas tal como las conocemos. Abrir nuestra mente, pero
especialmente nuestro corazón, para sentir esos hilos que nos detienen y
poder cortarlos, para que nuestra mente pueda ser libre y salga en
busca de nuevos caminos. Para poder transmitir a nuestros hijos, a las
próximas generaciones, los graves errores que hemos cometido y seguimos
cometiendo, mucho más que sobrevalorar nuestros pocos aciertos.
Si no podemos liberarnos de esos miedos y esos deseos, de esas ataduras,
nos hundiremos junto con el barco. Buenos y malos, ricos y pobres,
políticos y artesanos.
La humanidad podría revertir esta gran crisis,
no le faltan herramientas, ni maquinarias, ni recursos para hacerlo. No
necesita mayores conocimientos científicos, ni avances tecnológicos. No
es necesario descubrir nada nuevo y milagroso que nos salve. Este barco
va a hundirse porque no soporta el peso de las armas, del oro, de los
automóviles, ni de las desigualdades y las injusticias con las que está
construido. Pero nuestro corazón podría cortar los hilos, que impiden a
nuestra mente, construir uno nuevo. Existen los planos para construirlo,
es sólo que hasta ahora, no hemos sabido dónde ni cómo buscarlos.
Fuente: Ecoportal
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