Cuando nos miramos en el espejo, vemos una imagen. La mayoría de nosotros cree que esta imagen muestra nuestro verdadero aspecto. A veces nos gusta lo que vemos…a veces no. En cualquier caso, percibimos que el “mi” que nos devuelve la mirada desde el espejo es una confirmación de los hechos.
Estamos tan seguros de la corrección del espejo, que
algunos de nosotros incluso creemos que la imagen que nos devuelve la
mirada es un reflejo de la persona que somos realmente.
Lo cierto es que hay mucho más en nosotros de lo que
vemos en el espejo, en una foto, en un retrato, en una sola situación.
¿Esto quiere decir que el espejo está errado? No…sólo limitado.El espejo
carece de la facultad de explicarnos plenamente a nosotros mismos,
porque carece de la capacidad de revelar nuestras plenas realidades
físicas, mentales, emocionales o espirituales. ¿Tenemos que romper
entonces todos nuestros espejos? No…de qué otra manera podríamos
comprobar nuestro aspecto? La cuestión es que el objeto que usamos con
mayor frecuencia para valorarnos puede, en el mejor de los casos,
proporcionarnos sólo una fracción de la verdad.
Cada uno de nosotros es un ser único y completo,
compuesto de lo visible y lo invisible. Sin embargo, en nuestra sociedad
tendemos a ignorar lo invisible en favor de lo visible. Llegamos a
conclusiones acerca de estados emocionales basados en inflexiones de la
voz. Valoramos la inteligencia a partir de diplomas enmarcados. Juzgamos
a las almas, por el color que las define.
Lo visible contiene claves de lo invisible, pero no
es toda la verdad.Es simplemente su imagen en el espejo, el retrato que
alguien ha elegido presentar al mundo. Lo visible es un reflejo de lo
que subyace. Este reflejo externo puede iluminar de manera precisa las
verdades internas o puede enmascararlas. Mientras que una persona con
una baja imagen de sí misma puede vestirse pobremente, tartamudear o
evitar relaciones, otra con una estima igualmente baja puede vestir
trajes de lentejuelas, jactarse de sus logros, o haberse casado tres
veces. El problema de depender sólo de lo visible para determinar la
personalidad, las necesidades o las verdades acerca de los demás o de
nosotros mismos es que podemos ocultar tanto como podemos ostentar.
Ocultamos, disfrazamos y plagiamos por múltiples
motivos. Una razón para ello es la sociedad. Nos hemos convertido en una
sociedad de imágenes en el espejo liberadas de ellos, pero quizá no
seamos más reales que los reflejos aún adheridos a las gotas de plata.
Esto no es una condena, es una confesión.
Somos una sociedad acosada por el abuso, los
estándares bajos y la confusión. Los titulares de periódicos subrayan
nuestra fascinación por la muerte, la indiscrección y la traición. Las
grandes empresas se arman contra la buena voluntad para proteger sus
propios intereses.Los políticos culpan a la crisis de su ineficacia
personal, mientras que la economía culpa a los políticos ineficaces de
la crisis…Bajo estas representaciones en el espejo hay gente que se ha
cercenado de las verdades invisibles, gente que ha perdido su conexión
con la naturaleza, con su alma y con el amor.
Han sustanciado lo visible, pero no lo invisible.
Otro motivo para este cisma entre nuestros yoes
interno y externo tiene mucho que ver con nuestros patrones familiares.
Entre un 70 y un 95 % de nuestras familias son disfuncionales. Muchos de
nosotros hemos crecido en familias afectadas por el maltrato de algún
tipo y la mayoría hemos experimentado directa o indirectamente la falta
de atención, de cariño, el abuso (psicológico, verbal, emocional y en
casos más serios físico y sexual).
La mayoría de nosotros nos las apañamos con nuestras
dificultades de la infancia, atrofiando, cebando, ignorando, ocultando o
negando nuestro yo invisible, el yo que es sensible, vulnerable, el que
desea ser amado cuidado y alimentado, el que instintivamente ama a otra
gente y desea alimentarla, que está conectado con algo mucho más
grande, con un universo entero, que conoce el lenguaje invisible del
alma interna, de la naturaleza, de la fuente, que es intuitivo, que
puede percibir imágenes, oir voces, sentir y conocer cosas al nivel de
una verdad más profunda.
Ninguno de nosotros ha tenido éxito completo en
ocultar este yo invisible. Si alguna vez descubres que te sientes
herido, feliz, amado, sostenido, deseando ser amado,maravillándote de la
belleza de algo…aún te encuentras conectado a tu yo invisible. Aunque
externamente muchos de nosotros queramos reprimir este yo interior, a
fin de protegernos, de protegerlo, destruirlo, ocultarlo, ninguno de
nosotros puede hacerlo por completo. Estar vivo tiene mucho que ver con
que nuestras partes visibles e invisibles estén juntas y se apoyen
mutuamente. Si estamos vivos, es porque al menos parte de nosotros
realmente desea existir, por mala que pueda haber sido la vida o pueda
parecerlo ahora. Enfermedades, desórdenes,somatizaciones, depresión,
negaciones, problemas, incomodidades, traumas, dudas, confusión…todo
esto surge de las conexiones incompletas entre nuestros yoes visible e
invisible.
Al yo visible lo llamo “yo material”. Al yo
invisible, “yo espiritual”. La baja autoestima, las adicciones, los
traumas, los conflictos internos, las dificultades en nuestras
relaciones…. todas se originan por los malentendidos y desconexiones
entre nuestros yoes material y espiritual.
La “curación” y el trabajo del alma
La curación, por decirlo de alguna manera, aunque a
mi me gusta más el “estado de coherencia”, es el proceso de unir los
yoes material y espiritual, lo visible y lo invisible. El proceso de
curación puede implicar (y a menudo implica), reunir partes de nosotros
mismos que, aunque previamente ligadas, experimentaron un trauma tan
grande que se desconectaron…o forjaron lazos donde antes no existían. En
el primer caso, podemos tener que trabajar con los recuerdos, las
energías y los sistemas de creencias; experimentar sentimientos
mantenidos por largo tiempo y sentimientos de daño; calmar partes del
cuerpo dañadas, o cribar relaciones antiguas y presentes. En el segundo
caso, podemos tener que examinar aspectos de nuestra alma, mente o
cuerpo que nunca han sido examinados…en cualquiera de los dos caso, la
verdadera coherencia ( el proceso de volverse plenamente vivos y
felices), depende de la fusión de ambos yoes.
La clave está en la paradoja del espejo. Aunque
nuestra imagen en el espejo no consigue reflejar de modo exacto o pleno
al ser material o espiritual, tenemos que buscar en ella los tres
aspectos esenciales de la identidad: Nuestro cuerpo, nuestra mente y
nuestra alma. Aprender a integrar el cuerpo etérico con el cuerpo físico
denso, y luego el cuerpo mental con el cuerpo emocional. Después de
aprender a coordinar todos los aspectos de la personalidad, empezamos el
proceso de integrar la personalidad con el alma.
En esencia, estamos tratando de concebir el modo de
hacer el trabajo del alama y de ser “puertas giratorias”. Trabajar con
estas puertas giratorias puede ser duro ( de hecho lo es…y mucho…al
menos en mi caso lo ha sido), requiere un doloroso examen de nosotros
mismos, difíciles acciones correctoras y maniobras críticas, a pesar de
ello, reforzar los lazos entre los aspectos material y espiritual de
nuestro ser, nos libera de los grilletes que nos impiden la expresión
completa.
Nos liberamos para hacernos verdaderamente reales, abiertos y felices. Nos liberamos para entrar en coherencia y curarnos.
Entrar por nuestras puertas es entrar en el reino del
PROPOSITO. Creo (estoy convencida de ello), que cada uno de nosotros ha
nacido para alcanzar un cierto propósito ( de hecho, está pactado mucho
antes de nacer, pero de esto ya hablaré más adelante). Este propósito
es nuestra vocación última. Se origina en nuestro espíritu, en nuestra
esencia. Vivir nuestro propósito es el proceso dinámico por el que
sanamos o superamos nuestros bloqueos y concepciones erróneas, a la vez
que expresamos nuestro verdadero ser. Vivir nuestro propósito es
expresarnos plenamente, expresando nuestro yo espiritual en el mundo
material. Vivir nuestro propósito es la prueba de que hemos alcanzado el
completamiento. Nuestro yo espiritual nos da la dirección y nuestro yo
material crea la realidad concreta. Cuando estas partes de nosotros
están vinculadas, estamos siendo todo lo que podríamos ser.Esa es la
clave de la felicidad.
Como cada uno tenemos un propósito diferente, cada
uno de nuestros procesos requiere que nos apoyemos en nosotros mismos.
Conforme reclamamos nuestros yoes visible e invisible, aprendemos a
aceptar la responsabilidad de entender nuestro yo invisible y sanar
cualquier malentendido que tengamos al respeto.
El primer paso es encontrar la paz y el equilibrio
dentro de nosotros mismos, poner a un lado las energías de la duda, la
ira, la separación y el miedo que nos impiden manifestar nuestro
potencial completo. “A cada uno de nosotros le corresponde cantar la
luz. No puede hacerse por ti. No puedes abdicar la responsabilidad de ti
mismo” (Dhyani Ywahoo)
Tenemos que aceptar la responsabilidad de traer ese
yo interno y espiritual a nuestra realidad externa material. Volverse
responsable de uno mismo implica conocer cuándo y cómo proteger o
revelar nuestras verdades internas.Entender la naturaleza de nuestro
propósito, y la naturaleza de nuestros sistemas de energía se vuelve
algo imperativo, es a través de nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestra
alma que adquirimos los conocimientos de nuestros yoes y de nuestras
capacidades.
Aprender acerca de estos sistemas de energía, va a
requerir entender más de lo que un libro de texto de ciencias puede
proporcionar. Entender términos como Chakra, centro de energía,
Kundalini, mana, intuición…se vuelve fundamental por ser medios que
podemos utilizar para vincular o amalgamar nuestros yoes.
Entender y aceptar nuestros propios miedos, desafíos y
oportunidades también es importante, porque requiere una disposición a
destruir las limitaciones que coartan nuestras visiones.
En mi propio camino, he tenido que enfrentar muchas
barreras ( y las que me quedan), con el fin de liberarme de las reglas
que gobernaban mis percepciones limitadas. Me conocía a mi misma tal y
como me conocían mi familia y mi cultura. Mi cuerpo estaba compuesto de
órganos, tejidos, células…necesitaba comida y ropa. Mi mente quería
libros e instrucción. Mi alma necesitaba liberación. Desde que empecé a
cuestionarme la validez de esas reglas concretas.
Pasé por varias experiencias, como cuento en la
entrada sobre “la autora”. Aunque hacía las cosas “correctas”, no sólo
no era feliz, sino que me sentía totalmente insatisfecha. Aunque
inteligente, llena de ideas y conceptos, libros, universidades, no podía
responder a mis propias preguntas. Los últimos años han sido una
búsqueda que me han llevado por muy diversos lugares, selvas y templos.
De libros de anatomía a libros de misticismo Hindú. A lo largo del
camino, me he cruzado con muchos otros buscadores, compañeros de viaje y
una verdad ha emergido, una que muchos otros viajeros han repetido:
entender el yo, depende de que se acepte que hay en nosotros mucho más,
mucho mucho más que este traje físico que vestimos, esto que se nos ha
contado que es la realidad.
“Somos los días y las noches, y somos las
estrellas que iluminan las cámaras estrelladas.Somos todo.Recordar esta
verdad es sentir el sol y la luna dentro de nuestro cuerpo como
espirales danzantes, grandes misterios de la mente en desenvolvimiento” (Ywahoo)
Además de apoyarnos en nosotros mismos, creo que este viaje hacia nuestro ser requiere que aprendamos a relacionarnos con los demás y con las fuerzas de la naturaleza y del cambio.Sólo en esta interacción nos conoceremos. Igual que nuestro propósito es una puerta para la expresión de nosotros mismos, también es una oportunidad de ayudar a los demás. Debido a esta oportunidad, cumplir nuestro propósito, vivir nuestros sueños y volvernos felices dependen de que transformemos las barreras que impiden la conexión completa entre nosotros y los demás.
Las relaciones
desarticuladas pueden basarse en una falta de comprensión de nuestra
verdadera naturaleza interna o de la del otro, o en traumas de la vida
real.
Ser una “puerta giratoria” significa ser capaces de
tratar con las personas que nos traban y nos limitan, y abrirnos a la
gente que nos mantiene en la corriente.
Debido a nuestra interdependencia, entender nuestras
relaciones con los seres, visibles e invisibles ( los que los vemos…)
cobra un nuevo significado.
Fuente: Energizate
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