Tu mente no está tan firmemente anclada a tu cuerpo como piensas. Es hora de hacer un poco de juegos de manos.
Cierra los ojos y te preguntas: ¿dónde estoy? No de forma geográfica, sino existencialmente. La mayoría de las veces, diremos que estamos dentro de nuestros cuerpos. Después de todo, nos asomamos al mundo desde una única perspectiva en primera persona dentro de nuestras cabezas, y lo damos por sentado.
No seríamos tan optimistas de saber que esta sensación de habitar un cuerpo es algo que el cerebro lo tiene en constante construcción. Pero el hecho de que vivimos dentro de nuestros cuerpos no significa que nuestro sentido del yo se limite a sus fronteras, como muestran los siguientes ejemplos.
Juegos de mano
Al organizar experimentos que manipulan los sentidos, podemos explorar cómo el cerebro dibuja y redibuja los contornos de nuestro ser donde reside. Una de las maneras más sencillas de ver esto en acción es a través de un experimento que ahora forma parte del folclore de la neurociencia: la ilusión de la mano de goma. El montaje es sencillo: la mano de una persona está oculta a su vista por una pantalla, mientras se coloca una mano de goma sobre la mesa delante de ellos. Al acariciar su mano real mientras esta persona ve acariciada la mano de goma, puede hacerles sentir que la mano falsa es la propia (ver diagrama dcha.).
¿Por qué sucede esto? El cerebro integra diversos sentidos para crear aspectos de nuestro ser corporal. En la ilusión de la mano de goma, el cerebro procesa el tacto, la visión y la propiocepción (el sentido interno de la ubicación relativa de las partes de nuestro cuerpo). Dado que hay una información contradictoria, el cerebro lo resuelve tomando posesión de la mano de goma.
La consecuencia inmediata es que los límites del yo esbozados por el cerebro pueden ampliarse fácilmente para incluir un objeto extraño. Y estas peculiares divagaciones del yo fuera del cuerpo no se acaban ahí.
Negociando ubicaciones
¿Ha querido poseer el cuerpo de otra persona? El cerebro puede hacer que esto suceda. Para mostrar cómo, Henrik Ehrsson del Instituto Karolinska de Estocolmo, en Suecia, y su colegas, han transportado a la gente desde su propio cuerpo a un maniquí de tamaño natural.
El maniquí tenía cámaras para los ojos, y lo que estaba "viendo" se introdujo en una pantalla montada en la cabeza y usada por el voluntario. En este caso, la mirada del maniquí estaba apuntando hacia su abdomen. Cuando los investigadores acariciaban el abdomen al mismo tiempo tanto del voluntario como del maniquí, muchos identificaban el cuerpo del maniquí como si fuera el propio. En 2011, los científicos repitieron el experimento, pero esta vez mientras se monitoreaba la actividad cerebral de los voluntarios que yacían en un escáner de fMRI. Descubrieron que la actividad en ciertas áreas de los lóbulos frontal y parietal se correlacionaba con el cambio del sentido de propiedad del cuerpo.
Entonces, ¿qué está pasando? Los estudios de monos macacos nos muestran que estas regiones del cerebro contienen neuronas que integran la visión, el tacto y la propiocepción. Ehrsson cree que en el cerebro humano se activan estas neuronas sólo cuando hay sincronía de sensaciones de tacto y visual en el espacio inmediato a todo el cuerpo, lo que sugiere que desempeñan un papel en la construcción de nuestro sentido de pertenencia corporal. Si se mezcla con la información que el cerebro recibe se puede jugar con este sentimiento de propiedad del cuerpo.
Sin embargo, mientras que el estudio de Ehrsson manipulaba la pertenencia del cuerpo, la persona con su visión "dentro" del maniquí continuaba teniendo una perspectiva en primera persona, su yo se hallaba aún dentro de un cuerpo, aunque no era el suyo. ¿Sería posible pasear por algún lugar donde no haya cuerpo alguno?
En el aire
Tu yo puede incluso caer en la trampa de flotar en el aire, fuera del cuerpo. En 2011, Olaf Blanke en el Instituto Federal Suizo de Tecnología (EPFL), en Lausana, y sus colegas, pidieron a los voluntarios que se acostaran de espalda y visionaran el vídeo de una persona de apariencia similar que estaba siendo golpeado ligeramente en la espalda. Entre tanto, un brazo robótico instalado en el lecho acariciaba la espalda del voluntario de igual manera.
La experiencia que describía la gente era significativamente más inmersiva que la de ver simplemente una película del cuerpo de otra persona. Los voluntarios sentían que estaban flotando por encima de su propio cuerpo, y algunos experimentaron un efecto particularmente extraño. A pesar de que todos ellos yacían mirando hacia arriba, algunos decían que estaban flotando boca abajo de forma que podían ver su propia espalda . "Estaba mirando mi propio cuerpo desde arriba", dijo un participante. "La percepción de estar separado de mi propio cuerpo era débil, pero ahí estaba."
"Eso fue realmente emocionante, porque estábamos muy cerca de la clásica experiencia extracorporal (fuera del cuerpo) mirando hacia abajo a su propio cuerpo", enfatizaba el miembro del equipo Bigna Lenggenhager, ahora en la Universidad de Berna, en Suiza. Con mayor apoyo llegó al repetir el experimento en el interior de un escáner de resonancia magnética, en la que se mostraba el comportamiento de una región del cerebro llamada la unión temporoparietal (TPJ) de una manera distinta cuando las personas dijeron que se sentían a la deriva fuera de sus cuerpos. Esto se relaciona claramente con estudios previos de personas con lesiones cerebrales que han informado de experiencias extracorporales, que también implican al TPJ.
El TPJ comparte un rasgo común con otras regiones del cerebro, y que los investigadores creen que están asociadas con las ilusiones del cuerpo: ayuda a integrar los sentidos visuales, táctiles y propioceptivos, con las señales del oído interno que nos da nuestro sentido del equilibrio y la orientación espacial. Esto proporciona aún más evidencias de que la capacidad del cerebro para integrar diversos estímulos sensoriales juega un papel clave en la localización del yo en el cuerpo.
Según el filósofo Thomas Metzinger, de la Universidad Johannes Gutenberg en Mainz, Alemania, entender cómo el cerebro realiza este truco es el primer paso hacia la comprensión de cómo el cerebro auna nuestro yo autobiográfico, ese sentido que tenemos de nosotros mismos como entidades que existen desde un pasado recordado a un futuro imaginado. "Estos experimentos son muy elocuentes, porque manipulan dimensiones de bajo nivel del yo: la auto-ubicación y la auto-identificación", afirma. La sensación de poseer y estar en un cuerpo es quizás el aspecto más básico de la conciencia de úno mismo, por lo que podría ser la base sobre la que se construyen los más complejos aspectos del ser. El cuerpo, al parecer, se engendra a sí mismo.
Artículos dedicados en New Scientist a "La gran ilusión del yo" (The Great Illusion of the self).
Imagen 1) Paulo Fornelos/Getty
Autor: Anil Ananthaswamy es asesor de la revista New Scientist
Fuente: Bitnavegante
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