El tiempo ha representado uno de los inventos más significativos de la mente pensadora en esta era racional de experiencia en la Tierra, mente que se abastece de los medios necesarios para entender la realidad desde su propio punto de vista lineal. En un sentido o en otro, hacia delante o hacia atrás, ascendente o descendente. Siempre se ha concebido un sentido bidireccional.
Lo mismo hace con el argumento de la existencia del tiempo, creación de la propia racionalidad mental, para ir desde el pasado hasta el futuro, y viceversa, actividad característica de la mente lineal de 3D que, simultáneamente, alimenta un ego conectado con ella, ansioso de la ilusión que le proporciona los ejercicios de hipótesis, comparaciones, averiguaciones y cavilaciones en el tiempo fuera del momento presente.
Así es como el binomio mente-ego actúa como un solo equipo dentro de las pautas de la tridimensionalidad. Cabeza y plexo solar conectados en esta dinámica existencial de la 3D, siendo este último, el chakra del plexo solar, en el que se vienen a percibir las emociones relativas al ego.
Se sabe que en el marco del Aquí y del Ahora presentes, estado de máxima conciencia, alerta y entendimiento de todo lo que ha lugar y de lo que no, premisas en las que el ser humano abre una puerta a la infinita multidirecciona lidad de los potenciales, la mente y el ego no pueden seguir desempeñando su pretendido ejercicio lineal y, a la vez, ilusorio, basado en el control de intentar permanentemente concretar garantías de certidumbre y seguridad del todo pasajeras, que solo una mente asentada en expectativas puede anhelar y adoptar como válidas.
La búsqueda continua e incansable de recuerdos pasados, comparaciones de lo que fue y nos gustaría que fuera, metas y desafíos futuros, y disquisiciones mentales varias, que merman de forma considerable las mismas energías con las que contamos y que no suelen conducir, en verdad, a nada, son la especialidad del sobrefuncionamiento que le ha sido asignado a la mente humana de 3D.
Una búsqueda ardua que añora la felicidad sin encontrarla. Una búsqueda, que basada en esa falta de compleción del ser, tiene un claro enfoque de limitación por la propia percepción de carencia de dicho estado de plenitud y que, continuamente, se está persiguiendo, y, como el enfoque es el que marca la dirección de nuestra energía, que es creativa en sí misma, manifestaremos más de lo mismo, más limitación y carencia de esa plenitud que no se llega a alcanzar.
La mente de 3D funciona con la base de lo que quiero, pero no tengo; con la exigencia del esfuerzo porque no tengo suficiente y quiero siempre algo más. Es decir, la naturaleza de la actividad mental de la 3D es la limitación y la carencia en sí mismas, el no tener, consecuencias de un olvido en el que cayó la propia esencia del ser humano con respecto a la divinidad de Dios en él mismo. Esta amnesia es la que está comenzando a difuminarse con la apertura de los canales energéticos que se que están activando en aquellos que avanzan en el camino de la ascensión y con la entrada de la nueva energía en el planeta.
Relacionamos esto con lo desarrollado en capítulos anteriores, en los que se explicaba y describía el nuevo estado de la Creación Consciente, por el cual, enfocándonos en lo que queríamos y transmutando los aspectos en amor y aceptación, facilitábamos la restauración del estado de la abundancia como seres divinos encarnados en la Tierra, a diferencia de un estado lineal y temporal en el que subyace la desconfianza de que todo pueda materializarse por el poder de la nueva energía del amor y, por tanto, se propugna el desafío, la lucha, la resistencia y el sobreesfuerzo.
La mente de 3D genera siempre la ilusión de un anhelo perdido, si no un proyecto, otro, en una búsqueda establecida en un espacio temporal.
Siempre se encuentra inmersa en ese bucle del que es incapaz de salir, inercia propiciada siempre por la falta de algo que le proporcione la plenitud que persigue con utopía, ya que, con las mismas premisas de búsqueda y falta, alienta y aviva de manera continua el sentido de limitación, manifestando esto mismo, la ausencia de lo pretendido.
Sin embargo, el ser humano de la 5D conoce como proyectar y plasmar lo que desea. Posee la sabiduría de permanecer en un punto de neutralidad, sin involucrarse en el enredo de pensamientos, emociones, palabras, actitudes y acciones. Aguarda en la confianza de que el potencial que pretende manifestar ya existe y es en armonía, a su vez, con el resto de los otros potenciales, manifestados o no manifestados, en el astral de esta dimensión, aguardando el momento justo y preciso para su aparición física. El humano de 5D entiende que, de esta forma, disipa sus resistencias internas que son las que, en definitiva, se acaban reflejando en las resistencias externas que retrasan e impiden la concreción del potencial que está por llegar. Sabe que en todo ello radica las claves que dan fuerza a la manifestación de los potenciales, para que así lo hagan con la mayor inmediatez hasta que, finalmente, se produce la materialización de los mismos.
Es, de este modo, el funcionamiento mental, argumentando en el tiempo, el que asegura la existencia de muchos de los miedos más comunes en esta sociedad, todo ello con la aceptación de conocimientos y patrones mentales y de conducta adquiridos a través de experiencias y sistemas de creencias que se adoptaron como válidos en la infancia, en la familia, en la sociedad, en la religión y en la etapa académica. Valga la siguiente relación de casos como ejemplos de lo que se ha comentado.
Ejemplos
- Recuerdos de momentos pasados que gustaría volver a revivir. La mente, haciendo uso del tiempo, nos ubica en la falta de lo que se anhela, pudiendo causar tristeza por la ilusión de la falta, desazón por la resignación de no alcanzarlo y miedo por la creencia de nunca llegar a obtenerlo.
- Memoria de experiencias no deseadas relacionadas con la salud, con las relaciones o con la economía. El hecho de atraer un pensamiento del dolor o sufrimiento acaecido por ciertas vivencias, tiempo pasado, interpretando que se pueden volver a repetir, tiempo futuro, conduce a la emoción del temor.
- Comparaciones de logros que se desearían alcanzar. El enfocarse en el futuro en situaciones hipotéticas, que pretendemos para nosotros y que, quizás, hemos visto a otros, puede llegar a conjugar desde resistencias y no aceptación de las condiciones actuales de vida, ansiedad por la no consecución de las metas planteadas y hasta miedo al fracaso ante uno mismo y la sociedad.
- Condicionantes tradicionales y religiosos que pueden hacer adoptar actitudes de culpabilidad y de no merecimiento. En algunos casos, por ejemplo, las religiones han catalogado ciertas situaciones como impías o pecaminosas, abogando por la supresión de las mismas y asociando conceptos de culpa y no merecimiento que figuran en lo más profundo del ser humano, incluso desde encarnaciones pasadas.
Estos son simples supuestos que cuentan con una misma naturaleza de proyección en el tiempo y búsqueda continúa de lo que no se posee, avalado por conocimientos, actitudes, conductas y conceptos aprendidos y aceptados como válidos, activando, de este modo, la naturaleza del aspecto emocional alterado y no equilibrado.
Fuente: Elsenderodelmago
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